Lo que hoy conocemos como moda se lo debemos a Poiret.
Paul Poiret cambió la forma en cómo
se percibía la moda a comienzos del siglo XX, además de liberar a las nuevas
generaciones femeninas del corsé, transformó la manera en cómo se vendía la
moda.
La comunicación cambió y empezó a jugar con elementos tan sutiles como la iluminación en las vitrinas, también con la compilación de ilustraciones para cada creación, lo que ahora llamamos catálogos, que hizo que la gente se acercara a la alta costura.
Hasta ese momento la alta costura estaba recluida en las cuatro paredes de cada taller o boutique, a las que solo las clientas más exclusivas tenían acceso, Poiret en una visión comercial sin antecedentes empezó a vender la idea de que todos tenían entrada a este mundo de lujo.
En su trabajo como diseñador, su
herencia más significativa fue la eliminación del corsé que permitió una figura
más libre que resaltó con su modelo línea
directorio, de silueta recta y talle bajo el pecho.
Otro de sus legados fueron los
estampados, rechazados por su exotismo
en medio de una época acostumbrada a la sobriedad y al binarismo cromático.
Inspirado en la magia de oriente, Poiret plasmó los colores de las mil y una
noches, tema central de los ballets rusos de la época.
Como imperio Poiret, no solo se
centró en la ropa, sus ideas sobre el negocio perduran hasta hoy. Concibió la
moda como estilo de vida y por eso creó líneas de decoración, complementos y
perfumes. Fue el cupido entre perfumería y la moda, un flechazo a una relación
natural entre estos dos elementos.
Rocío Vargas/ María Cantini
Rocío Vargas/ María Cantini
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