Aunque su nombre es recordado por
ser una de las pocas supervivientes del Titanic, la modista británica Lady Duff
Gordon ya contaba con un reconocimiento por ser la pionera en instaurar nuevos
conceptos en el mundo de la moda. Más conocida como Lucile, la diseñadora obtuvo
notoriedad desde finales del siglo XIX hasta comienzos del XX.
Podría considerarse la primera
mujer de negocios de la historia, al crear un imperio con ateliers de alta
costura en Londres, París, Nueva York y Chicago. Esto le permitió crear una marca
internacional, que traspasó incluso el Atlántico. Además, innovó en la manera
de presentar sus colecciones, creando los primeros desfiles con modelos de
carne y hueso en teatros y cines, y no utilizando maniquíes de cera como se
había hecho hasta el momento.
Lucile destacó por liberar el
cuerpo femenino gracias una relajación de los corsés y una reinvención de la
ropa interior con nuevos tejidos y colores. Según el historiador Reandy Bryan, “Lucile
sexualizaba las prendas de vestir de una manera elegante”. La modista era
conocida por sus vestidos de té y de noche y sus sellos distintivos fueron los
botones diminutos, volantes de encaje, cintas y delicadas flores de seda.
Maestra de la comodidad, Lucile rebajó los escotes y creó faldas largas con aberturas
con las que se podía caminar con más facilidad.
Como mujer polifacética que era,
también se atrevió con la creación del vestuario de la obra de teatro La viuda
alegre, vistiendo a la actriz Lily Elsie. Por otro lado, la diseñadora
escribía semanalmente de moda en un periódico y mensualmente en Harper’s Bazaar
y Good Housekeeping.
Martí Ventura y Adriana Blanco
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