24 ene 2017

¿Menos es más?

El centro de Shibuya
Por Laia Levis
 
Hace unos días me encontré con una amiga que estaba de vuelta después de haber estado dos años viviendo en Japón por trabajo. Entre té y té me embobé en las perlas que colgaban de su móvil de color rosa chillón con purpurina y que hacían juego con los pendientes que llevaba. Lucía unas uñas al más puro estilo rococó acompañadas de tres anillos en cada mano y más de 10 brazaletes. Un collar de hibiscos bajo otro de perlas, y un millar de accesorios en el pelo. ¿Pero a ésta chica no le habían dicho nunca eso de menos es más? Supongo que mi perplejidad fue demasiado obvia ya que seguidamente me explicó por qué había vuelto de Japón acarreando más accesorios que mi árbol de navidad.
Cuando pensamos en la cultura nipona se nos ocurren cosas como Pokemon Go, noodles, o lectura manga. Y si pensamos en su forma de vestir, pocos símbolos son tan emblemáticos como el uniforme escolar de las japonesas. Pero más allá de los tópicos, en Japón existe una gran diversidad de subculturas que pasean su propia y distinguida moda por las calles de Tokio. Quizá esta diversidad va ligada a la historia del país.
Según Tiffany Godoy, autora del libro “TOKYO STREET STYLE: FASHION IN HARAJUKU”, durante el período Edo (1603-1868), los siglos de aislamiento propiciaron que la sociedad se centrase en refinar las artes y la cultura, así como la creación de la simplicidad japonesa como la conocemos hoy y el refinamiento de la estética en la sociedad.
Tras la segunda guerra mundial, algo cambia. La nueva tendencia pasa por rechazar las tradiciones japonesas. Los jóvenes se rebelan contra los estándares clasistas de Japón. Este cambio fue en parte el caldo de cultivo de la primera generación de diseñadores de la postguerra, como por ejemplo Kawakubo Rei, unos de los pilares que crearían la vestimenta moderna.
La moda vivió sus momentos de efervescencia creativa en los 60’ con la evolución de la cultura juvenil, igual que en el resto del mundo. Así pues, la cultura, la música del momento y la tradicional sensibilidad en la que se habían criado los diseñadores de la época, desembocó en el Street style que hoy día podemos ver en las calles japonesas.
Actualmente podemos ver diferentes formas de vestir, diferentes estilos y géneros con un denominador común, la extravagancia. Los jóvenes japoneses muestran una gran creatividad para combinar prendas, colores y complementos, cuantos más, mejor. Vestimentas distintas con mucha fuerza y muy expresivas, con un marcado acento barroco.
Uno de los estilos que podríamos encontrar en el distrito de Shibuya o en Harajuku, son las Gothic Lolitas. Caracterizadas por el estilo victoriano, colores oscuros e iconos góticos. Faldas con volumen hasta la rodilla, blusas con encaje y calcetines altos con zapatos. También suelen llevar sombrero o tocados.
 
 
KoGals en una revista japonesa
 
La relación entre la alta moda y la cultura urbana es más íntima que nunca con este grupo, las KoGals, moda femenina originada en los 70 y caracterizada por usar ropa de diseñadores, botas con plataforma y adoptar el uso excesivo de accesorios. Una variante del grupo KoGals son las Ganguro, el mismo estilo pero más artificial y con un moreno conseguido a base de Rayos UVA. Contrastan su bronceado maquillándose en blanco  los labios y  alrededor de los ojos, como si se tratase de un oso panda con los colores invertidos.
El estilo Ganguro

La elegancia pasea de la mano del Visual Kei, el género más vanguardista de Japón que surgió con el Glam Rock de los 80. Mezcla de estampados, colores brillantes y otros elementos más comunes de la moda punk. Una estética un tanto andrógina asociada a los músicos de J-Pop.
El vanguardista estilo Visual Kei


Aunque en España también hay mucha diversidad en la moda, quizás, está más sometida a unos cánones que nos limitan la libertad de expresión a la hora de vestir. Hoy en día con la globalización generada por internet hay menos fronteras y ya está cambiando este concepto. Quizá en unos años, y con un poco de suerte, ver a mí amiga vestida como una Kogal, no me dejará patidifusa.



 



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