15 may 2017

¿Fa(n)shionista o realidad?

Fanshionista, o dicho de otra manera, cuando llevar camisetas de grupos a los que no has escuchado en la vida se puso de moda. Para algunos, pura tendencia, para otros, un sacrilegio hacia la música.


Aunque para algunos está moda nunca ha muerto desde hace un par de temporadas las calles se están plagando de camisetas de grupos de rock o heavy metal adquiridas -  ni pensar en conciertos del susodicho, aunque esto parece ya algo obvio -  en tiendas capitaneadas por nuestro queridísimo Amancio Ortega.


Los más puristas y melómanos dirán que no puedes llevar una camiseta de un grupo del que no sabes nombrar como mínimo cinco canciones - algunos son más piadosos y lo reducen a tres -, otros dirán que es tendencia y que no es necesario conocer al grupo para que te guste el diseño de una camiseta. Pero con límites, una vez me encontré con alguien que me confesó que Gorillaz era una serie de dibujos animados americana.
Pero bromas aparte y huyendo de debates que no son del todo innecesarios la realidad es que las calles, las tiendas y por supuesto, los front rows de los pasados desfiles se han llenado de camisetas que llevan el sello de Metallinca, Guns n' Roses, ACDC  o los Rolling entre otros.


O como pasó el año pasado tras la muerte de Bowie, las tiendas y los armarios de muchas se llenaron de camisetas adornadas con fotografías a modo de tributo a un cantante que quizás conocieron, o más bien se decidieron a escuchar, cuando leyeron la noticia en los periódicos.
Hubo un tiempo, ahora ya muy lejano, en el que si llevabas al camiseta de un grupo era porque eras fan, tan fan que habías asistido a su concierto. Ahora ya esto se ha desmitificado, la moda le ha quitado la esencia, me gustaría ver la cara de Slash, por ejemplo, al ver como Guns n' Roses se convierte en tendencia viral a modo de camiseta.

Marta Martínez Visa

2 may 2017

La moda nunca es inocente

Por Laia Levis

Por todos es conocido que la moda cambia cada dos por tres, y este hecho lo

asociamos a los fines comerciales de las grandes marcas. Sin embargo desde la

creación del fenómeno moda hay otro suceso que se beneficia y que muchas veces

provoca estos cambios. Muchas de estas máximas estas pautadas con fines

psicológicos y políticos y extendidos entre la sociedad por la publicidad. Por poner

algunos ejemplos, en un período de guerra Marilyn Monroe subió su popularidad para

que más mujeres quisieran seguir sus pasos, mucha carne para que las tropas militares

estuvieran contentas.

Marilyn Monroe


Otro caso lo encontramos durante la depresión económica

cuando las faldas de las mujeres se alargaron como tendencia. Detrás de esta moda se

escondía la intención de vender más metros de tela por prenda para que el sector

textil no cayera.

Cuando a finales de los cincuenta las mujeres escalaron en puestos de trabajo gracias a

su inteligencia, un mundo dominado por hombres tubo la necesidad de devalorarla y

devolverla al ámbito familiar ya que estaba quitando los puestos al sector masculino.

Hubo un retroceso hacia la mujer florero y surgieron modelos y actrices como Claudia

Schiffer, increíblemente deslumbrantes y encantadoras pero aparentemente poco

inteligentes.



Claudi Schiffer
Según Lourdes Ventura en La tiranía de la belleza, fue en este momento

cuando Mattel popularizó la muñeca Barbie, una muñeca que adoctrinaba a las niñas

desde bien pequeñas para que estubiesen más distraídas con su apariencia que con su

inteligencia. Barbie con sus medidas imposibles vendía un canon de belleza irreal,

además de unos valores machistas. La muñeca pasaba horas cuidando su apariencia, y

haciendo tareas de casa para cuando llegase Ken de su trabajo lo encontrase todo a su

gusto. Una mujer que había conseguido una buena vida, y una comodidad a costa de

su matrimonio, siendo simplemente una mantenida.
Barbie como es y como debería ser realmente


No obstante, el juguete, como la publicidad ha reflejado la sociedad a la que se dirige y

en la actualidad, para vender más, esto está claro, se las da de mujer intelectual que

ha trabajado en casi todos los sectores. Ella que finalmente decidió que Ken no estaba

a su altura y con el que no tubo hijos, pudo empezar una vida independiente ya

iniciada en los noventa, con la que ha logrado un exitoso puesto de trabajo que le

permitió comprar un beetle, el coche, no el cantante, una caravana e incluso una casa

donde vive soltera como si fuera una más de las chicas “girls”. Y ahora incluso se

plantea ser política… cuanto feminismo desbordando por todos sus costados, costados

que aún miden 91- 46-84.
Barbie presidenta
 

1 may 2017

GIRLBOSS.lo más fashion de Netflix.com

Por Mariana Viseu


Sophia Amoruso
¿Os suena netflix&chill? ¿Sí? Perfecto. ¿Y netflix&fashion? ¿No? Pues no pasa nada, os acabo de introducir a un nuevo concepto, a un nuevo universo de inspiración alcanzado en 2017. Y Netflix es quien tiene la culpa. O el mérito. O un poco de ambos.

Decir Girlboss es invocar el hashtag e invocar a Sophia Amoruso, la creadora del gigante ecommerce Nasty Gal. La Cenicienta de la tecnología, como el New York Times la ha nombrado, escribió en 2014 un libro, que muy poco tiempo después se convirtió en bestseller, sobre su viaje hasta el éxito de su tienda online. Pero más que una web, Nasty Gal es una comunidad, una Meca en versión WWW para todos aquellos que entienden de vintage y que comparten una pasión por la moda. Nasty Gal es una plataforma que creció creando al futuro antes que nosotros lo supiésemos. Y eso se llama vanguardia, se llama rebeldía, se llama liderazgo.

Y aunque en el año de 2016 todo el planeta se quedó sin reacción al saber que Nasty Gal se declaraba en bancarrota, Sophia Amoruso no desapareció. ¡No! Ella es de ésas mujeres concebidas para triunfar en la vida. No se ha conformado con una bajada de su negocio y al día de hoy ve la recompensa en modo de una pantalla: en la recreación de su vida en formato serie, en un trabajo original del gigante americano Netflix. ¿Qué le aporta todo esto? Le confiere, una vez más, la oportunidad de ser la primera en el listado, es decir, escribir su propio CV como nadie lo hizo antes, maniobrando mejor que nadie en pleno corazón de las redes sociales.
Britt Robertson como Sophia en Girlboss, serie que estrenó el 21 de abril de 2017. 

Lo mejor de la serie no son los diálogos o las ropas vintage, como sería expectable. No. En la mayoría de los episodios los diálogos incluso olvidan que ser feminista no significa ser borde. Y tener éxito no es un equivalente a sólo tener dinero. Las correlaciones son, casi en todos los casos, demasiado vacías y despropositadas. Son 13 episodios energéticos y violentos que son tan cómicos como ingenuos. Lo mejor de Girlboss es el amor por las prendas y por darnos por fin la oportunidad de revivir los años 2000. ¡Y en precisión! ¡Dios, cómo los echábamos de menos ya!

Pero mientras Marissa de O.C se muere, vemos a una serie que al revés de conservar a la valentía de Amoruso, vulgarízala y transforma el personaje principal en un antihéroe que no cuadra con la realidad. Aterrizado es como el espectador se quedará al final de la serie, concluyendo que la moda y el business son dos partes de una ecuación de villanías aún por solucionar. Y es aquí donde reside mi verdadera crítica: ¿cómo es posible que se construya una serie sobre la compra de ropa vintage y se hable tan poco de la ropa ella misma? ¿Qué clase de serie de moda es Girlboss si al final casi no vemos a las prendas a través de una mirada más educada? Y el punto clave es que deberíamos: Sophia tiene un máster en comprar en tiendas de segunda mano, un PhD en vender prendas online y un doctorado en fidelizar sus clientes vía eBay. Por otras palabras, el talento del personaje principal se diluye con el drama sin que transpire MODA. En mayúsculas, como todas las pasiones deberían ser.

Pero los milagros existen en países tan poco religiosos como los EEUU, por eso uno no debe despreciar una primera temporada menos carismática de la que nos habíamos imaginado. Nos cabe ahora esperar por la segunda temporada. Pero no mucho, una vez que al día de hoy nos actualizamos a cada scroll y no a cada seis meses.

Por eso, si aún no lo has hecho, despierta a la girl boss que hay dentro de ti y actualízate como un buen millennial que eres. El tiempo es dinero y puede que ya lo estés perdiendo.