La postguerra marcó lo que
denominamos ‘la primera revolución femenina’. Las mujeres empezaron a tener un
papel más activo en la sociedad, que las sacó de casa y las liberó del corsé.
Los años 20 marcaron el inicio de una nueva actitud que se vio reflejada en la
moda.
El look femenino se transformó
por completo y le dio la bienvenida a dos estilos que marcarían la parada. Las flappers, que con sus vestidos cortos hasta
la rodilla, sus tacones, sus collares y sus cabellos cortos presentaban con un
aire de coquetería que era compensado por una actitud fuerte y hasta vulgar, con
el que buscaban un trato más igualitario con los hombres. Estas vanidosas damas
fueron las primeras en fumar y en beber en público (hasta emborrcharse) y en
manejar un automóvil. Ellas marcaron el
derecho a la mujer de divertirse como quisiera y sin la compañía de un hombre.
Por otro lado, surgió el estilo Garçonne, que fue característico de las primeras feministas, aquellas que adoptaron un look más andrógeno y que tiraba más hacia la masculinidad. Utilizaban trajes de corbata y pantalones un escándalo para la época. Coco Chanel fue la precursora de este estilo, más práctico y cómodo, que a su manera no le restaba elegancia a la mujer.
Pero la moda masculina tampoco se
quedó atrás. Los hombres, a su manera también se liberan y adoptaron un estilo
más sport. Después de las pérdidas de
la guerra, el mundo a su manera trató de subir los ánimos. La competencia pasó
de los campos de batalla a los deportivos. La práctica de atletismo, salto o remo
se convirtieron en la manera de fortalecer ‘al macho´. Dentro de la vida
cotidiana se volvieron populares las prendas cómodas y flexibles, que marcaban
un look más relajado pero que no dejaba jamás atrás la elegancia.
Por Rocío Vargas/ María Cantini
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