Parece que la moda femenina en el
siglo XIX, fue un complot en contra de la movilidad y comodidad femenina.
Primero hizo su entrada triunfal el corsé, impidiendo respirar y moverse con
facilidad, no conforme con eso a alguien se le ocurrió revivir esa estructura rígida
que aumentaba el volumen de la falda en varios metros: la crinolina.
Este elemento intimo daba una
perspectiva visual de un tronco pequeño y unas caderas muy anchas, símbolos de
la fertilidad y la sensualidad femenina, una vez más pensado para el deleite
masculino. La crinolina sirvió para destacar las características de los
vestidos y la majestuosidad de apliques, bordados, detalles, entre otros, que permitían
exhibir, como en una vitrina el poder adquisitivo del hombre, quien era el proveedor
del dinero.
Entre el uso del corsé y la
crinolina, las mujeres irónicamente vivían dentro de una brillante armadura,
que marcó una tendencia ostentosa y competitiva, que marcaba una lucha entre
quien vestía de la mejor manera, con telas lujosas y las joyas ostentosas,
siendo protagonistas de una guerra fashionista
entre las damas de la sociedad.
Por Rocìo Vargas/Maria Cantini
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