Dicen que después de la
tormenta llega la calma, pero en los años 20 después de la tormenta
más que la calma, llegó la locura.
Los 20 fueron la época
de dar color a la escala de grises creada por la guerra, de teñir
los labios de rojo y cortarse el pelo, porque en los 20, soltarse la
melena sabía a poco, y mira que se la soltaron.
El ritmo frenético y
divertido del Charleston trajo consigo vestidos dorados, lentejuelas
y flecos que se movían al son de las piernas de las mujeres. Las
faldas se acortaron al tiempo que dieron más libertad femenina,
tanta que hasta encenderse un cigarrillo se concebía sexy. Una
evolución tal, que hoy en día podemos considerar este hito como el
inicio de la androginia femenina.
El baile del Charleston
supuso un giro de 180º hasta lo que entonces estaba permitido en los
locales de fiesta. Se bailaba por separado, por lo que la mujer ya no
dependía de un hombre que la acompañara en la pista. Y surgieron
los cabarets, y la locura se desató.
Las parisinas de la época
se inspiraban en la icónica Colette que apostaba por una imagen
juvenil y saludable y cuya melena – fue una de las primeras en
cortarse el pelo – causó el anhelo de muchas.
Los cuellos y escotes se
adornaron con perlas y plumas importadas de la India, fruto de la
apertura comercial europea tras la guerra.
A este aperturismo solo
le faltaba que llegara un personaje que acabara de revolucionar el
mundo de la moda no solo de noche, sino también de día. Y llegó, y
de qué manera, con Coco Chanel. Y con ella la libertad en la moda femenina, la posibilidad de practicar deporte con glamour, los pantalones y la liberación de las mujeres. Pero sobre todo fue la precursora de crear una marca icónica de moda tal que hoy en día siguen vigentes sus normas de juego.
Marta Martínez
Núria Malé
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