31 ene 2012

Nostalgia del siglo pasado



Es verdad, se están viviendo momentos difíciles, especialmente en Europa y Estados Unidos. Y cuando el presente es complicado, no falta el que añora aquellos tiempos pasados y mejores. Puede que sea  a nivel inconsciente, pero una parte de la sociedad, la que (podría decirse) tiene sus necesidades básicas satisfechas, se encarga de rebuscar en el baúl de los recuerdos, tendencias, atracciones, distracciones, para sobrellevar con el espíritu mejorado lo que hoy se vive para mostrarlo al público. Y me he encontrado últimamente con una sobredosis de memorabilia cinematográfica, musical, y visual. En televisión han retransmitido clásicos de Audrey Hepburn y Barbra Streisand: se estrenó la nueva mini serie The Kennedys; en el cine lideran la taquilla The Artist (película muda francesa en blanco y negro), y  J. Edgar (basado en el fundador del FBI), entre otras. En la radio no dejan de sonar Amy Winehouse, Adele y Lana del Rey, con sus voces rasposas y ritmos desganados.
Y el recién pasado domingo, terminé el fin de semana yendo a la Sala Apolo de Barcelona a disfrutar de una sesión de Swing y Jazz, con banda, cantante y bailarines amateur y profesionales; un espectáculo que se da un domingo al mes.
Podría describir la experiencia como absolutamente nostálgica, sin haber vivido en los años 20, 30 o 40 del siglo pasado. El lugar es el gran escenario, la música de gran nivel, si bien no muchos iban vestidos de época, algunos se atrevían con algunos modelos que hacían un tierno intento, pero los peinados femeninos eran más rescatables. No, no bailé, pero disfruté las más de dos horas que estuve animando a unos amigos que sí lo hicieron. Llevan más de dos años en clases, y a pesar que ellos no daban grandes créditos a sus habilidades, a mí me pareció que solo el hecho de atreverse a practicar sus movimientos en medio de la multitud (se repleta la pista de baile!) era el mayor logro.
Vista de la Sala Apolo - Barcelona
Así pues, mis favoritos “retro” para entibiar el invierno de 2012 son:
1. El swing: este baile nace en Estados Unidos durante los años 1920´s, como una derivación del jazz y el charleston, especialmente dentro de la comunidad afroamericana, antes de la gran depresión de 1929. Se prolonga como baile espontáneo en ambientes sociales hasta bien entrado los ´50,  precediendo al rock and roll. He contado unas 15 variaciones de swing, dependiendo del ritmo de la música y del lugar de origen.
En esos años, los jóvenes regresados de la primera guerra mundial traían costumbres adquiridas en los lugares en que estuvieron en el frente de batalla. Y durante esa época, la mujer comenzó a tomar un rol, si bien tímido y lleno de restricciones, de mayor relevancia en la sociedad. Eran ellas las que soportaban el peso de la familia mientras los hombres estaban fuera, y los cambios se sentían dentro de ciertos márgenes que podían sobrepasar, como por ejemplo en el vestuario. Se simplifican y relajan las siluetas, se atreven con el pantalón y el jersey, y se toman atributos que hasta ese momento solo era territorio masculino, como formar sus pequeños negocios e independizarse de la familia.
Bailar swing entonces suponía un momento de absoluto disfrute, con vestidos o faldas más cortas, concediendo desorden al peinado, permitiendo tacones con mínima altura, y asumiendo que con la mayoría de las piruetas se revelarían partes de la indumentaria que en otras circunstancias sería impensable. Un detalle en toda esta maravilla de los principios independentistas femeninos: el hombre es siempre el que guía y tiene control del desarrollo del baile. Hasta hoy eso se mantiene intacto.
Bailarines afroamericanos 
Pareja bailando swing



La bailarina Lauré Haile
2. El Gran Gastby: la novela del norteamericano F. Scott Fitzgerald, publicada en 1925 y ambientada en 1922, en la costa de Long Island (New York), fue un éxito literario en su momento, y hasta hoy se mantiene como una de las grandes novelas del siglo XX y que mejor refleja la alta sociedad de la época.
Está narrada por Nick Carraway, ex combatiente de la primera guerra mundial, graduado de Yale, que regresa a EE.UU. para dedicarse al negocio financiero. Instalado en una casa de alquiler en Long Island, al otro lado de la bahía de donde vive su prima Daisy Buchanan junto a su esposo Tom y su hija pequeña. Tiene como vecino a un peculiar y enigmático millonario, Jay Gatbsy, que esconde un pasado de angustias económicas y de romances con su prima. Más desamores que amores, y mucha superficialidad de la clase privilegiada de esos tiempos, se mezclan en una detallada realidad de los años 20, que fue llevada al cine en varias ocasiones, incluso una versión estrenada en 2011. Pero la cinta de 1975 protagonizada por Robert Redford y Mia Farrow es la más famosa. Destacan los recursos del cine a color, gracias al cual se puede apreciar los colores de la ropa, los autos, la pintura de las casas, las comidas y bebidas, los filtros fotográficos usados, y tanto más, que resulta en la más fiel representación de la obra escrita. Los hombres vuelven a destacar más que las mujeres, con autos de grandes proporciones, zapatos de dos colores, y trajes en tonos que no se volvieron a ver hasta Miami Vice en los 80, en la percha de Don Johnson, asistido por Adolfo Domínguez. Las mujeres de la película, por su parte, suavizan su look con tonos pastel y transparencias, vestidos largos y echarpes a pesar del evidente sopor veraniego en el que está ambientado, mínima cantidad de joyas, un maquillaje muy delicado y cabello corto o recogido.
Gracias a la película se aprecia la diferencia de las clases sociales, mientras los WASP vagaban todo el verano quejándose por el calor, escapándose a lujosos hoteles para ser atendidos con champán fresco, los afroamericanos se dedicaban a lidiar con su realidad creando clásicas obras musicales e imponiendo estilos.

Imagen de la película El Gran Gatsby
Robert Redford interpreta a Jay Gatsby


Mia Farrow como Daisy Buchanan

3. Elie Saab: okay, está muy vigente y acaba de presentar su colección de Alta Costura para el verano 2012 en París, pero vemos que año tras año, el diseñador se reafirma a sí mismo en la construcción de preciosos trajes para la alfombra roja, y que en esta versión, como ha dicho Eugenia de la Torriente, necesitaríamos más sinónimos de la palabra pastel para describir los tonos de los vestidos. Si hasta el tradicional traje de novia sabia a fresas u olía a rosas. Es evidente que ha encontrado un nicho de mercado junto otros como Marchesa, Armani Prive, Giambatista Valli o Jenny Packham. Y se esmera en recordarlo con cortos o largos, con pedrerías, estolas, escotes, colas, y tonos. Vuelve a la mujer frágil y delicada, como objeto de admiración, pero que fácilmente se escurre en caso de escándalo. Es una referencia para el mercado hollywoodense de los premios o damas de honor de bodas, y habrá que esperar cómo las marcas de pret-a-porter y la gran distribución re interpretan estos familiares modelos en la población civil.  Pero el personaje de Mia Farrow en El Gran Gatsby sería una perfecta inspiración, para quien le calce el zapato.



Desfile Elie Saab - Verano 2012 - Haute Couture - Paris

Florencia Gioia L.


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