Quizás para la Generación Y, y más aún para la
Generación Z, la ilustración parecerá un invento de Adobe y el
trabajo del ilustrador de moda se asocia a Jordi Labanda. Pero en
realidad la ilustración de moda nació en el Siglo XVI con xilografías de
trajes y vestidos que se descubrían en el mundo, y que se
convirtieron en el prototipo de la que hoy conocemos.
Cuando llegó la fotografía, la ilustración pasó a
un segundo plano y tuvo que reinventarse. En Estados Unidos apareció
Charles Dana Gibson, a quien se le atribuye la creación de ilustraciones de
estilo de vida con su chica Gibson, que jugaba con el ideal
de mujer estadounidense. Pero fue Paul Poiret el que hizo uso de
las ilustraciones de Paul Iribe y George Lepape para crear el
catálogo de moda a principios del Siglo XX. Elevando la moda a categoría
arte, aunque a muchos les haga ruido la mezcla.
En 1920 la ilustración de moda estaba en su mejor
momento y Condé Nast se animó a invertir en estas para las páginas
interiores de Vogue y ¿por qué no? Para las portadas. Pero un análisis en las
ventas arrojó que se vendían mejor las portadas fotográficas que las
ilustradas.
La ilustración entonces queda reservada para la
publicidad, ropa interior, perfumes y complementos. Pero en los años 80 renace
con las campañas publicitarias de Barneys en NY y en una nueva modalidad: la
humorística, de la mano de Jean-Philippe Delhomme. Más adelante Julie
Verhoeven exploró las posibilidades que ofrecen las imágenes interactivas
generadas por ordenador y además se une a la lista de ilustradores y artistas
que han colaborado para algunas marcas.
Y como todo está inventado y sólo se innova
trayendo cosas del pasado y adaptándolas a nuestro tiempo, las grandes marcas
de moda adoptaron la colaboración de artistas plásticos, ilustradores y hasta
escultores para hacer su producto aún más deseable, y en ocasiones sacarlo de
su contexto habitual. Es el caso de las colaboraciones de Murakami,
François Cadière y la que realizará para el mes de julio Yayoi Kusama para Louis
Vuitton; Julie Verhoeven para Versace, Jeremy Scott para Longchamp y la
más reciente de la ilustradora Margaux Motin para Roger Vivier.
Aunque las mentes más prácticas insistan en
que la moda sólo es negocio, me gusta pensar que va más allá de hacernos desear
ese imaginario de vida y cuando lo mezcla con el arte, en sus distintas ramas,
la hace más provocativa y hasta menos superficial.
Sara Armas
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