o el objeto de deseo visto por nosotras mismas
Gracias a la edición española de enero de Harper’s Bazaar dediqué un poco más de atención a una fotógrafa femenina que me pareció sublime en la puesta en escena de sus imágenes. La fotógrafa en cuestión es Ellen von Unwerth, que tras años de trabajar como modelo y ponerse delante de la cámara para algunos de los grandes, como Oliverio Toscani o Helmut Newton decidió ponerse detrás de ella para darnos su visión del cuerpo femenino. Aunque el subtítulo del artículo de Bazaar reza “imágenes provocadoras, pícaras y únicas que muestran cómo se divierten las mujeres cuando nadie las mira”, las imágenes que se nos muestran pertenecen a varias series de la autora, en las que vemos mujeres eróticas conscientemente expuestas a una mirada externa, que recrean fantasías masculinas tales como el bondage, el lesbianismo o el sadomasoquismo.
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Fotografía de Revenge de Ellen von Unwerth |
Hasta aquí, y dada mi predilección por el imaginario feminista violentador y reivindicativo sobre la mujer objeto, recreado de forma soberbia desde hace décadas por la fotógrafa Cindy Sherman, nada extraño. Sólo me preguntaba hasta qué punto estas fotografías tenían algún sentido reivindicativo o eran simplemente fotografía erótica. Pero de repente caí en la cuenta de que, de forma aislada, la fotografía que más me había atraído emocionalmente de von Unwerth (la que se muestra debajo de este párrafo) era justamente la menos subversiva, aquella que poco o nada evidenciaba la denuncia del rol femenino como ser pasivo y sumiso expuesto a la mirada del hombre. La fotografía que más me agradaba era la que no me generaba ningún rechazo, la que me mostraba unas chicas jóvenes y despreocupadas que en un descuido dejaban al descubierto su ropa interior para mostrarnos su lado más sexy. ¿Quizás me estaba identificando con los personajes y con esa voluntad de ser a la vez joven (eternamente, por supuesto), inocente y terriblemente deseada a la mirada del otro? Eso parece. ¡Oh, no! ... Nunca digas nunca...
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Fotografía de Revenge de Ellen von Unwerth |
La publicidad lo sabe: las mujeres, definidas a lo largo de la historia en base a discursos patriarcales, no hemos sabido, o no nos han dejado, escribir un discurso alternativo. Ya lo dijo Foucault en su día, quien controla la palabra tiene el poder... Así, por inmunes que creamos ser, nos sentimos identificadas con el rol y discurso que nos ha sido adjudicado, ya que no conocemos otro: objeto decorativo expuesto constantemente a una mirada externa. Por eso, evidentemente, los anuncios de cosmética, perfumes y ropa nos muestran de forma habitual cumpliendo esta función. ¿Será que en el fondo nos encanta ser divinas y admiradas? Será.
Afortunadamente, de vez en cuando aparecen propuestas publicitarias alternativas. Aquí me toca aplaudir con entusiasmo algunas de las últimas campañas de la firma de cosméticos MAC. Debo reconocer que me encanta la idea de haber erigido a Iris Apfel, de 90 años de edad, como imagen de una de sus propuestas para este invierno. ¡Por fin podemos envejecer! ¡Y no es ninguna tontería que esto lo diga una firma de cosmética! Pero, sobretodo, subrayo la reflexión de la anterior campaña de MAC protagonizada por la ya citada fotógrafa Cindy Sherman. Sherman se autorretrató en unas composiciones que van de la ama de casa, pasando por la mujer de la alta sociedad pintada como una puerta, hasta llegar a la mujer payaso. La intención, a mi modo de entenderla, es la de arrancarnos la siguiente pregunta: ¿dónde está la diferencia?
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Autorretratos de Cindy Sherman para MAC |
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Iris Apfel para MAC |
Mucho nos queda por recorrer en este camino de los discursos publicitarios en relación a la mujer, ¿pueden propuestas como ésta hacernos ser optimistas? Es necesaria una posición alternativa de fotógrafas (observadoras) femeninas como Sherman que, plenamente conscientes del arquetipo de este objeto-mujer, lo colocan a la altura del espectador y se exhiben a veces con total brutalidad, en una puesta en escena tan evidente que lo interpela o le pide explicaciones. ¿Pero es suficiente evidenciar que conocemos el rol que nos obligan a interpretar?, ¿cómo podemos ir más allá? Ojalá pudiésemos hacer nuestro, en este sentido, un lema muy repetido últimamente en otros ámbitos: “Vamos despacio porque vamos lejos”. ¿Iremos de verdad a alguna parte?
Ainhoa Martínez Muguruza
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