4 ene 2012

YSL: retrospectiva de la retrospectiva... o quédate

París, Agosto de 2010. Era sólo turismo familiar, no reparé. ¿Debería de entonar el mea culpa? La Fundación Mapfre me brindó una segunda oportunidad en Madrid.
Al situarme en Recoletos delante del edificio y contemplar las banderas con el motivo de la exposición, me percaté que eran casi las mismas que había vislumbrado mientras paseaba despistada y cargada de cosas que probablemente podría haber dejado en el suelo para cambiar la ruta.
Dejar los trastos en el suelo y entrar en el Petit Palais hubiera sido un must.

Rétrospective Yves Saint Laurent, en el Petit Palais de París
La Retrospectiva Yves Saint Laurent, entonces, llegó a Madrid de la mano de la Fundación Mapfre; pero como dicen que todo tiene su fin, abandonará el espacio el próximo 8 de enero. ¡Quedaos, hombre!, –ruego yo- Que en la Avenida Recoletos se vive muy bien, tenéis a la diosa Cibeles muy cerca, incluso ¿quién sabe?, podría colarse una de esas noches y enfundarse en el Mondrian.
¡La diosa Cibeles amanecería al día siguiente presidiendo la fuente, majestuosamente vestida por el creador francés!

Imagen extraída de la web promocional
Pobre de una, que sigue escribiendo sin oír ni una sola voz que le responda: “Sus deseos son órdenes”. Aunque con un “oído cocina” y el mismo resultado me conformaría. Como toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son (Calderón de la Barca, gracias), vamos a hacer un pequeño ejercicio de vuelta a la realidad para asumir que la retrospectiva nos va a dejar; algo malo que deja paso a algo bueno, que es la pequeña crónica de mi visita.

Give me the power, Yves. Si algo he aprendido durante toda mi trayectoria personal de curiosa de la moda y su historia, es que Gabrielle Chanel liberó a la mujer y le regaló algo muy importante: el guardarropa del s. XXI. ¿Qué rol le damos a Yves, entonces? Yves Saint Laurent le dio el poder. Un poder que se manifestaba con la promulgación del uso del pantalón, del traje masculino y del esmoquin. Poder y contundencia, y un aquí estoy yo que se respiraba desde el primer momento en que cruzabas el umbral de la exposición.

Vista de uno de los pasillos de la exposición
Entrar y dejarte seducir. Admirar, imaginar. Los pasillos te muestran la historia, tú te la imaginas. Imaginas a un joven Yves al lado de Christian Dior. Imaginas a un viajero imaginario, que se movía poco, pero que viajaba a mil y un lugares a través de sus libros. Imaginas su relación con Catherine Deneuve, la contemplas hasta donde te dejan. Maestría del tejido, fascinación. Eso no te lo imaginas, puedes verlo. Puedes contemplar cada una de sus piezas ilustres, las tienes delante, te embelesan. Te atrapan como una tela de araña, tú eres una pobre mosca a quien le dan un pequeño codazo para poder seguir paseándose, ¡que quedan dos plantas y nos esperan fuera!


Retrato del creador en primer plano con parte de la exposición de fondo
 Apasionante: antes de dirigirte a la planta baja, una gran pantalla que proyectaba su último desfile, el espectáculo de su adiós.
Apasionante: la planta baja, pasillos forrados con muchos de sus bocetos, originales, a través de los años. Si pones la mano delante de uno y dibujas en el aire una trayectoria invisible, ¡te encontrarás con la suya!

Apasionada os lo recomiendo, ¡pero corred, que quedan cuatro días de calendario y los Mayas no han hablado aún del caso!


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Por Adelaida Álvarez

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