El pasado 18 de febrero dio comienzo una nueva edición de Cibeles Madrid Fashion Week. En la edición pasada me invitaron a dos desfiles del Ego (los desfiles y el espacio de nuevos diseñadores) y en esta ocasión he podido ir como participante del showroom bajo el nombre de la firma que comparto con una compañera.
En el showroom de septiembre no llegaban a los treinta diseñadores. En esta ocasión, éramos treinta y seis. Un hecho positivo para impulsar a los noveles y “negativo” porque es “competencia”. Y digo “competencia” porque es muy relativa. Por una parte, el hecho de que alguien quiera hacer contactos contigo, quiera hacer propuestas para colaboraciones o que quieran comprar tu ropa y tu estilo porque es el que va con ellos, no es lo que representa la competencia para los otros. Se supone que quien hace esto es porque tiene claro donde va y a qué producto quiere dirigirse.
La competencia llega, principalmente, cuando el público gira la etiqueta para ver el precio. Ese público al que le da igual la calidad, el diseño y el proceso que se ha dado a cada prenda.
El Cibelespacio está abierto a casi todo el mundo. Si se quiere conseguir un pase no es nada difícil, se puede. Los desfiles ya son otro mundo y es aquí donde se distingue un poco el público que va a pasar el rato del que va expresamente para ver lo nuevo de un diseñador e informarse de las nuevas tendencias.
Estos seis días de showroom han dado para mucha observación. El público se dividía en aquellos a quienes realmente les gusta la moda, muchas niñas (casi todas estudiantes y blogueras) y mucho intento de Lomana (imagen de Burger King, patrocinador de Cibeles). El vaso se derrumbó por completo en el desfile que cerraba la semana de la moda de Madrid, protagonizado por los escogidos a votación dentro del público cibelino. Los "modelos" desfilaban con los outfits que traían de sus casas. Aquella decadente imagen no tuvo desperdicio.
Me da la sensación de que el showroom, para según que parte del público, es un mercadillo. Un sitio donde ir a pasar perchas mirando el precio para poder encontrar algún souvenir “baratito” para llevarse a casa de recuerdo. Y es que en el Ego hay mucho talento en general, y desde la propia experiencia puedo constatar que no se valora lo suficiente. Hay demasiado público gratuito en Cibeles, lo que le pone en peligro de consideración para un futuro no muy lejano.
En la edición pasada el Ego abrió la semana de la moda de Madrid. Después de ello recapacitaron, y en la actual edición el Ego se ha celebrado después de todos los grandes. Sabemos que los diseñadores con más nombre pasan por momentos difíciles y necesitan acaparar toda la atención. Sin embargo, ¿poner a las nuevas promesas el último día es la solución?
Formar parte del showroom del Ego y ser diseñador no basta para poder entrar en los desfiles así que tuve que mirarlos a través de una pantalla que los iba trasmitiendo en directo. Uno de los desfiles que más me ha impactado ha sido el de Cati Serrà (participante del Ego desde hace tres ediciones). La joven mallorquina rompió con lo que llevaba haciendo y lanzó una novísima propuesta en la que veíamos magníficas técnicas de plisados, matelassé con tejidos tornasol, pelo, piel y tricot (que trabaja muy bien), pantalones de campana... Un hombre y una mujer sobrios y extravagantes a la vez bajo colores anaranjados y fucsias apagados combinados con tierras y negros. Espero que Cati se presente una edición más y pueda formar parte de Cibeles. Aunque llenó la sala el último día gracias a su talento y al de sus compañeros de El Colmillo de Morsa, presentar al principio sería esencial para ella.
Núria Martí Casanova
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