30 nov 2014

slow fashion

Sea por la globalización, las redes sociales, los smartphones o una mezcla de todo un poco, lo cierto es que vivimos en un mundo cada vez más acelerado. La moda, efímera por definición, se ha subido a la rueda la primera,  y corre impulsada por ese ansia terrible por estar constantemente a la última.

Foto: Fashionista.com


Antes, los más enterados conocían las tendencias por las revistas seis meses después de que fueran presentadas las colecciones en las capitales de la moda, y estrenaban prendas una vez por temporada. Hoy, sin embargo, seguimos en streaming los desfiles, desde casa y en pijama, y para cuando llega de verdad el invierno ya estamos hartos de ver por todas partes copias de esa capa de Burberry o el último experimento de Lagerfeld. 

Por si fuera poco, las tendencias fluyen ahora en todas las direcciones: de arriba a abajo, de abajo arriba, de París a Río pasando por cada nuevo barrio hípster del globo.  Cada semana -con suerte- nace un nuevo producto it, must, imprescindible pero las tendencias son tan efímeras que es difícil no estar demodé.


Las revistas nos presentan cada mes nuevas tandas de productos nuevos, que necesitamos, para estar a la última
Foto: Google


En esta carrera por la novedad, por llevar hoy lo que todo el mundo llevará mañana, por no repetir, comprar y tirar, nos estamos volviendo todos un poco locos.  


Me pregunto que si esto de la moda es cíclica, y después de la sobredosis de brilli-brilli de los ochenta la ropa se volvió raquítica, no nos tocará ahora el momento de sosiego. De volver a comprar con cabeza, invertir en bolsos que heredarán nuestras hijas y abrigos que no nos quitemos en todo el invierno. Igual que llegó el slow a la gastronomía, quizás sea ahora el momento de reivindicar el slow fashion, desengancharnos del Zara, ahorrar para algo bonito y construir poquito a poco un armario del que sentirse orgullosos.


Iria Pérez Gestal
@iriapg9

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