Yves Saint Laurent y Pierre Bergé (Google imágenes) |
Pierre Bergé sonríe poco. Es un
hombre de saber estar. Con una personalidad muy definida. Llega, incluso, a
intimidar. A pesar de ello su mirada es entrañable, amable y cariñosa.
Acompañó, en la sombra, la espectacular trayectoria del genio de la alta
costura, Yves Saint Laurent. Aunque todo el mundo sabía que estaba ahí. Para
que una relación de ese calibre no tuviera fecha de caducidad, duró más de 50
años, fue tan simple como que uno de los dos proporcionase la calma necesaria
para apaciguar a la bestia. Y ése fue el papel que Bergé adoptó toda su vida, y
que, a menudo, le reprocharon. L’amour four,
dirigido por el realizador francés Pierre Thoretton y presentada en el Festival
de Cine de Toronto en el 2010, es el homenaje a la carrera artística de Yves,
que, a su vez, no puede explicarse sin entender la relación de amor entre
ambos. Como definiría una de sus musas, Loulou de la Falaise, “Era
una relación muy apasionada. Con mucho drama, muchas historias, mucho teatro.
Mucho alboroto”.
Pierre, Loulou e Yves (Google imágenes) |
Su historia empezó a finales de
los años cincuenta cuando coincidieron en el funeral de Christian Dior en
París. Pierre era un gran amigo del difunto diseñador e Yves, con tan sólo 21
años, su sucesor. Ellos no lo sabían, pero no tardarían en conocerse. “Vi
allí una señal del destino, naturalmente, una señal positiva”, explica Bergé en el documental. Al cabo de pocos
meses, se enamoraron y fueron a vivir juntos. Desde aquel momento, siguieron 41
años de trabajo común. Yves revolucionando la moda para la mujer con el
prêt-à-porter de lujo, el traje pantalón, el esmoquin o la sahariana, y Pierre
encargándose del negocio empresarial.
Tras horas y horas de
conversación con Bergé y una rigurosa selección de material adicional, mientras transcurre la organización de la subasta de la
colección de arte y las mansiones que ambos poseían, se construye la
extraordinaria mirada de L’Amour four.
Desde los jardines de Majorelle en Marrakech, ciudad que inspiraba profundamente
a Yves y en la que empezó a coquetear con el alcohol y las drogas, y el Château
Gabriel en Normandía, en el que, en cierto modo, encontraba la calma.
La colección de arte, o lo que
podríamos considerar un pequeño museo, estaba compuesta por auténticas
delicias: Géricault, Picasso, Matisse, Goya, Braque, Mondrian (el primero llegó
cuando Yves se inspiró en el artista para crear el estampado de uno de sus
vestidos en 1965), entre muchísimos otros. “No lo conseguimos en pocos años.
Fue al cabo de 20 años. Las cosas llegaron en el desorden, como un encuentro.
Son verdaderos encuentros. Eso es lo que más nos gustó a Yves y a mí de la
colección. El hecho de hacerla con bastante lentitud, con obras que nos
encontrábamos por casualidad”, confiesa
Pierre. De este modo, aparecieron
los jarrones de Dunand un día soleado en el París de 1960. La pareja daba un
tranquilo paseo en su descapotable y, de repente, Yves, casi enloquecido, gritó
¡He visto unos objetos extraordinarios! El flechazo fue inmediato y así
vistieron el salón de su piso en la rue Babylone.
YSL Mondrian 1965 (Google imágenes) |
Muchos se preguntarán por qué
Bergé decidió deshacerse de tan fabulosa colección. Entonces, cuando se
realizó la subasta entre el 23 y 25 de febrero de 2009, hacía dos años que,
lamentablemente, el diseñador francés nos había dejado y los necesarios para
que Pierre tuviese la suficiente fuerza para soltar todo lo que, en vida, les
unía. “Perder a alguien con el que has vivido, con altos y bajos, que esa es
otra historia, durante cincuenta años, a quien le cerré los ojos… Es algo
totalmente distinto a ver cómo se van tus obras de arte. He pensado mucho en
esto. Así que yo voy a controlar el destino de esta colección. Asistiré al
funeral de nuestra colección, pero no he dicho el funeral de los cuadros y los
objetos porque éstos conocerán una nueva vida. Así que espero que alcen el
vuelo como pájaros y que encuentren nuevos lugares donde posarse”. Las puertas de Le Grand Palais se cerraban lentamente
y la figura de Bergé se desvanecía a lo lejos en la oscuridad de la última
jornada de la subasta. Una manera de creer en algo o, tal vez, en nada.
Trailer de L'amour fou
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