Hace días que
pensaba en cómo justificar un artículo como este en un blog de moda. Opción 1;
hablar sobre el vestuario. Opción 2, la cercanía con el 8 de marzo, día
internacional de la mujer. Opción 3, se me acabaron las excusas. Ninguna cuela
así que solo me queda una opción, ser sincera. La única justificación es que
necesito soltar la indignación, que si no se gangrena.
Voy al grano; fui
a ver “50 sombras de Grey”. Culpable. Me gusta justificar con pruebas aquello
que digo y esto a veces me lleva a ser un poco "masoca". Llevaba días diciendo
“Esto es Disney para adultas” y necesitaba razonamientos. Por un lado, “Disney”
por la historia que ya que conocemos: chica virginal se enamora de chico
atormentado y se adapta a sus deseos para así llevarle hacia la luz. Boda y
niños incluidos. Por otro, “para adultas”, por los azotes. Y aquí, en los
azotes, me planto. No por el bondage en si (cada cuál que haga lo que quiera con su vida sexual sin dar
explicaciones) sino por la razón por la que la protagonista llega a ello:
entregada a la sodomía, no por disfrute y apetito de experimentación, sino por
conseguir amor y, entre cachete y reglas impuestas, el premio de pasar algún
día en plan pareja.
Imágenes publicadas por la revista Cosmopolitan bajo el titulo "Si las princesas Disney fueran..."
En este sentido
el mensaje de la novela/película me indigna y turba a partes iguales. Nos vende
una liberación sexual inexistente cuya esencia es únicamente la de la
compra-venta de sentimientos por parte del hombre y el deseo del cambio y
salvación ajena por parte de la mujer. Resumiendo: la misma idea retrograda que
llevamos siglos luchando por cambiar. El refuerzo de los casposos roles de
género.
Una historia de
liberación incoherente, porque si miro a mi alrededor no veo muchas Anastasias. Veo mujeres que buscamos
llegar a todo: trabajar, estudiar, ser las mejores hijas, amigas, parejas,
rollos, amigovias (o todos los
estados que puedan entrar en la lista, cada cual que escoja el suyo). Además
empatizamos con todo aquel que nos encontramos y por el camino, nos queda
tiempo para ir al gimnasio (porque queremos no porque debemos) y tenemos sexo
cómo, cuándo y por qué queremos. Disfrutándolo de tú a tú, en igualdad y no
cediendo al sufrimiento y control como moneda de cambio del amor. Porque si
hablamos de amor, este debe ser incondicional y
libre y “50 sombras de Grey”
perpetúa todo lo contrario: dependencia emocional, clasismo de género y
servidumbre.
Saliendo del cine
solo podía tener palabras positivas por la banda sonora. Ni siquiera
cinematográficamente hablando vale la pena: la adaptación del libro se parece más
a un spot largo de colonia masculina que a una película. Y en cuando a la interpretación
os aseguro que yo reflejo más angustia y agobio cuando veo que mi Iphone llega
al 1% de batería que Dakota Johnson supeditada al control ajeno sin límites.
Aunque continuo
sin encontrar una razón firme para justificar este artículo en un blog de moda;
sí que tengo mis motivos, aunque suenen utópicos. Desde los medios dirigidos a targets femeninos, entre ellos medios de
moda femeninos (y me atrevería a decir, también masculinos) deberíamos tener la
obligación de propiciar conductas que sirvan a la sociedad para mimetizar la
libertad y empatía entre ambos sexos. Como medios de masas las revistas
femeninas deben ahondar en el mensaje de historias como estas y explicar el
peligro de su discurso. Porque el peligro de “50 sombras de Grey” no está en el
BDSM, sino en la sumisión que se reproduce en el resto de ámbitos personales
hasta llegar al abuso emocional.
PD: Pocos días después,
para equilibrar el puñetazo de “50 sombras de Grey” vi per enésima vez “WorkingGirl”. Melanie Griffith me recordó que existe ese tipo de mujer a la que
admiro. Y Harrison Ford que hay un tipo
de hombre con el que podemos disfrutar, querer y trabajar con igualdad.
Adriana Barba, https://twitter.com/adrianabarba/
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