“Pensé: ¿Cómo una mujer que da una imagen tan frágil, superficial y sensual es capaz de crear su propia productora?”. Quien habla es Maite Mínguez (Barcelona, 1956), empresaria del cine y propietaria de una distribuidora de películas, y a quien se refiere es Marilyn Monroe, probablemente el mayor mito sexual de la historia del cine.
Un cheque firmado como Marilyn Monroe Productions, con el que se encontró por casualidad en Santa Monica, fue la razón por la que Maite comenzó a adquirir objetos sobre la vida de la estrella. Paralelamente, y junto a su marido, inició una colección más extensa que, treinta años y casi dos mil artículos después, se ha convertido en la mayor compilación de objetos de cine del mundo.
Su historia con el séptimo arte viene de lejos: “Siempre he sido muy fanática del cine clásico, me podía pasar horas delante del televisor. Con 15 años iba los fines de semana al mercado de Sant Antoni, en Barcelona, a intercambiar fotografías de actores y actrices famosos”. Allí fue donde conoció a su marido, Luis de Val, con el que pronto fundó su propia distribuidora de películas, Manga Films. Y de hobby a profesión: sus constantes viajes de trabajo a Los Ángeles les hicieron darse cuenta que de las fotografías firmadas que colgaban de sus paredes podían pasar a algo mucho mayor.
La lámpara de Casablanca, las botas de James Dean en Rebelde sin causa, el cuchillo de Kevin Costner en Bailando con lobos… Estos son algunos de los objetos -por mencionar sólo unos pocos- que forman parte de una lista interminable de joyas de la historia del cine.
Sin embargo, fue aquel cheque el que hizo que Maite empezara a interesarse por Marilyn hasta reunir, a día de hoy, una amplia colección de algo más de 200 piezas: “He procurado recorrer toda su vida, desde la primera foto siendo ella un bebé hasta la placa de su tumba y el cenicero donde encontraron las pastillas que provocaron su muerte”. Un camino que conduce desde Norma Jean Mortenson -su verdadero nombre- a la inmensa estrella que fue Marilyn Monroe hasta su terrible final.
El primer contacto lo recuerda con absoluta claridad: “Estábamos en Sitges cenando con unos amigos y seguimos una subasta de Christie’s por teléfono”. ¿El objeto de deseo? El vestido que luce la artista en el filme Cómo casarse con un millonario. Más adelante adquirió el que es quizás su prenda más famosa.
“Oh, ¿Sientes la brisa del metro? ¿No es delicioso?”. La imagen de Marilyn en La tentación vive arriba, con la falda plisada blanca agitándose cuando pasa sobre un respiradero del metro de Nueva York, ha quedado indisociablemente unida a su nombre. Ese vestido forma parte del armario de Maite desde 1997, aunque guarda una pequeña confesión: “El mío no es el que vistió en el film, sino una réplica exacta hecha por el propio diseñador, William Travilla, para la película”.
Nacida el 1 de junio de 1926, Marilyn Monroe tuvo una infancia complicada y una vida llena de baches emocionales y personales. El director de cine Luis García Berlanga dijo de ella: “Se ha escrito mucho sobre su vida y seguimos sin saber nada”. Lo que sí conocemos es su lucha constante por hacer valer su talento y su capacidad como artista.
En uno de esos intentos se trasladó a vivir a Nueva York para estudiar en la prestigiosa escuela de actores Actor’s Studios. Lee Strasberg, el director, fue su guía y mentor y pronto forjaron una estrecha relación de amistad. Lee la consideraba un diamante sin pulir por sus cualidades como actriz, y a su muerte ella le dejó parte de su legado.
En 1999 la familia de Strasberg organizó en Nueva York una subasta de gran repercusión mediática en la que pusieron a la venta gran parte de esos objetos, que hasta la fecha habían permanecido en la sombra. Maite y su marido asistieron a la puja, que recuerda como una auténtica locura: “Había muchísima gente y los teléfonos no paraban de sonar. Los objetos alcanzaban precios estratosféricos. El vestido que lució Marilyn en la fiesta de aniversario del presidente Kennedy, por ejemplo, ¡superó el millón de dólares! Yo no me lo podía creer”.
De aquella extraordinaria subasta salieron con siete adquisiciones, una pérdida y una victoria. Con las cifras por las nubes, decidieron abandonar su deseo de llevarse a casa el Globo de Oro que ganó en 1959 por Con faldas y a lo loco, aunque eligieron consolarse con el certificado de su nominación.
Lo que sí consiguieron añadir a la colección fue la camisa de Pucci que Marilyn llevó en una de sus últimas sesiones fotográficas, no sin antes luchar contra una curiosa oponente: “También estaba pujando la hija del diseñador, que quería la prenda para su museo. Eso hizo que el precio se disparara un poco, pero no me rendí”.
Y es que cuando se trata de números, Maite se vuelve un poco tímida. Asegura que, en una subasta, todo depende de los interesados, independientemente de cuáles sean los objetos subastados: “Los precios pueden oscilar entre los 100€ por una fotografía con autógrafo hasta los 80.000€ por un vestido”. A veces, como en el caso de Nueva York, ascienden a unas cifras imposibles y totalmente desorbitadas. “Me hace gracia porque hay personas que me preguntan si me los pongo, o si los toco. Habrá gente que sí lo haga, pero para mí son piezas de exposición”.
A pesar de tener una amplia variedad de objetos, la colección prácticamente no dispone de ningún artículo que sea representativo de la vida conyugal de la actriz con sus dos últimos y más famosos maridos, la estrella del béisbol Joe DiMaggio y el dramaturgo Arthur Miller. Unos enlaces que hicieron mella en la actriz por sus desafortunados resultados: “Ella estaba desesperada por que la quisieran, pero ese afecto sólo lo consiguió en su vida pública y profesional”.
En diciembre del año pasado se puso a la venta una carta que DiMaggio envió a la artista suplicándole que reconsiderara su decisión de divorciarse. “Era un hombre frío. No se preocupaba por mí ni como ser humano ni como artista. Prefería mirar el televisor a hablar conmigo”. Así describió Marilyn su matrimonio con Joe, que no llegó a celebrar su primer aniversario, y así lo ve también Maite: “No estábamos interesados en esa carta. Ya teníamos suficientes fotos familiares y de su pasado como para poder representar ampliamente la parte privada de su vida”.
Aún así, reconoce que le hubiera gustado tener el anillo de boda que el deportista le regaló: “Pese a su carácter, él estuvo tan enamorado de ella… Incluso después de su muerte. Fue el único que se encargó de todos sus trámites”.
Con tantos recuerdos de una vida en sus manos, Maite cree tener una idea certera de cómo pudo llegar a ser la ambición rubia: “Fue una persona que siempre quiso desencasillarse, pero que no llegó a alcanzar las metas que quería en su vida, ni tenía la imagen que le hubiera gustado tener. Le fallaron mucho las relaciones afectivas porque no se encontró con las personas adecuadas”.
De lo que sí está segura es de que, pese a los años, Marilyn Monroe nunca olvidó a Norma Jean. Así que, cuando reflexiona sobre por qué decidió crear una colección exclusiva sobre la actriz, de entre todas las razones hay una que trasciende todo interés personal o subjetivo: “Porque ella es una leyenda”.
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Anna Elizalde
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