Nos manipulan, pues claro que nos manipulan. Me imagino a
uno de los señores Puig, o a su director de estrategias diciendo: “Vamos a
sacar un perfume de David Bustamante y lo pondremos en todos los supermercados,
porque seguro que muchos catetos de clase media-baja con estudios primarios van
y lo compran”. Y le cogen la idea, lo producen dándole una fórmula barata con aroma un estándar y un acuerdo con todas las grandes cadenas de supermercados de
España para que lo compren. ¿Y sabéis lo mejor? Que muchos catetos de clase
media-baja con estudios primarios van y lo compran.
Y ellos no son peores que nosotros, en absoluto.
Al trabajar para una empresa que se dedica a vender
precisamente a ese perfil de comprador, inevitablemente empiezas a verlo todo
de una forma muy analítica y despersonalizada, porque sencillamente es esa la
forma en la que se trabaja. Escuchamos a la gente, creamos sus necesidades para
que compren, para obtener beneficios. Y somos tan egocéntricos, nos creemos tan
especiales por el simple hecho de entender el mecanismo del juego que nos
llegamos a creer que no formamos parte de él.
Cuando compro unas zapatillas en una web porque tienen un
descuento del 65%, probablemente alguien como yo ha pensado que seguro que hay
alguna chica entre 20 y 25 años, con gusto por la moda pero con poco
presupuesto, que las compra.
La realidad es que todos somos diminutas piezas que hacen
funcionar este engranaje complejo y de extraño movimiento. Como la fría
maquinaria del reloj suizo que es el mercado. La ley de la oferta y la demanda
es un sistema congénito en la humanidad. Si la prostitución es el oficio más
antiguo del mundo, la ley de oferta y demanda es lo que lo motivó. Y nos guste o no, todos formamos parte de él.
Carla Esteve
@cordeorde
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