En estos tiempos en los
que tenemos fotógrafos de street style hasta en la sopa, resulta depurador echar
una mirada al pasado y ver de dónde proviene todo esto. Encontramos por
supuesto a Bill Cunningham, quién lleva más de cincuenta años visitando las
Fashion Weeks de todo el mundo subido a su bicicleta y retratando los looks de
la calle que más le llaman la atención. El resultado de su extensa obra es un valiosísimo compendio de historia socio-cultural desde los años sesenta a nuestros
días. A sus más de ochenta años, el veterano fotógrafo todavía mantiene su sección en el New York
Times, “On the street”. Recientemente se plasmó su vida y su
carrera en un documental, Bill Cunningham,
New York, para el cual, según parece, costó años convencer al modesto
fotógrafo. “The problem is I'm not a good photographer. To be perfectly honest, I'm too shy. I just loved to see wonderfully dressed women, and I still do". Así resume su trabajo este pionero
que ha dado lugar a todo un género de fotografía.
Retrocediendo aún más en el tiempo encontramos los tres
hermanos Séeberger, que empezaron retratando el viejo Montmartre parisino y continuaron
con los grandes destinos turísticos de la costa normanda o de la côte d’Azur. Su
cámara estaba presente en todos los eventos de una alta sociedad a la cual
ellos no pertenecían. Empezaron con la fotografía de moda en 1909 y acabaron
trabajando para revistas como Vu, Vogue o Jardin des Modes. Pero sus fotografías más interesantes son
aquellas tomadas en los años veinte y treinta en ciudades como Cannes, la
señorial Deauville en la época de Coco Chanel, Biarritz o Saint-Moritz, nombres
que remueven en nuestro imaginario imágenes de lujo y mundanidad. Sus servicios
pronto fueron reclamados por diseñadores como Jeanne Lanvin, Jean Patou o
Madeleine Vionnet. Asimismo son interesantes sus retratos de actrices y celebridades
de la época como Arletty, Charles Chaplin o Joséphine Baker. Como puede verse
en sus fotografías, lo que realmente les interesaba captar era una expresión de la elegancia,
un cierto porte, un detalle especial que daba vida a un look, exactamente ese
mismo “je ne sais quoi” que hoy en día sigue buscando el reconocido Sartorialist
en cada uno de sus disparos.
Nuria Aragonès
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