La casa de
moda, fundada por Jeanne Lanvin en 1909, ha resucitado en la última década
gracias a la gestión de la empresaria taiwanesa Shaw Lan Wang, y el genio
creativo de Alber Elbaz.
Alber Elbaz (nacido en
Casablanca, 1961) podría definirse como una mezcla de científico de
laboratorio, costurero incansable, maestro de historia y archivero de biblioteca.
Su aspecto de hombre de baja altura, con algo de sobrepeso, traje con
pantalones a los tobillos, pajarita sobredimensionada y gruesos anteojos de
montura negra cuadrada, ofrece un espectáculo que solo se hace más adorable cuando
comienza a hablar con su voz dulce y educada. Nacido en una familia bastante
conservadora, y criado en Israel, comenzó su carrera en Nueva York diseñando
para la marca de moda masculina Geoffrey Beene. Allí estuvo 7 años, hasta que
en 1996 lo reclutaron para Guy Laroche en París. Los diseños daban que hablar,
sobre todo para marcas que se encontraban algo estancadas, y fue fichado por
Pierre Bergé e Yves Saint Laurent para hacerse cargo del pret-a-porter
femenino, trabajando codo a codo con el célebre diseñador. Era una difícil
tarea, diseñar al lado del maestro, pero logró destacarse junto con Hedi Slimane
en la división masculina de la casa de costura.
En 1999 YSL fue
comprado por el grupo Gucci (hoy PPR), y con Tom Ford al mando creativo, se les
cortó el camino a ambos diseñadores. Elbaz pasó por la firma italiana Krizia, y
deambuló sin rumbo durante un tiempo, hasta que en 2001, se enteró que la
empresa Harmonie S.A. (de la que es propietaria Shaw Lan Wang) estaba
interesada en adquirir Lanvin. Sin muchos rodeos la llamó y la convenció que
debía comprarla, y qué el debía dirigirla, argumentando que había que
“despertar a la bella durmiente”. Hoy en día esa bella durmiente bien puede ser
el alma de Lanvin o el espíritu creativo de Elbaz, pero está claro que ha dado
resultados.
Con la visión
empresarial de Wang, y el genio artístico de Alber, Lanvin ha logrado
reposicionarse en el mercado de la moda mundial. Este año pudimos ver en la
entrega de los premios Oscar a los dos principales ganadores (Meryl Streep como
mejor actriz y Jean Dujardin como mejor actor) vestidos por la firma francesa.
Shaw Lan Wang y Alber Elbaz |
El actor Jean Dujardin en los Oscar 2012 vestido por Lanvin |
La actriz Meryl Streep en los Oscar 2012 vestida por Lanvin |
En diciembre del año
pasado, Alber Elbaz estuvo a cargo de decorar el tradicional árbol de navidad
del Hotel Claridge de Londres (todos los años se le pide a un diseñador
destacado que adorne el espacio), y no defraudó, con una puesta en escena llena
de personajes que restaban protagonismo al árbol y se centraba en lo que es
importante para él: humor, belleza, feminidad.
Árbol de Navidad del Hotel Claridge, por Lanvin |
En septiembre de 2010,
la marca sueca H&M presentó una colección cápsula firmada por Lanvin que
fue un éxito absoluto. En palabras del diseñador: “me llamó la atención la idea
de que H&M se acercara al lujo, y no que Lanvin hiciera el camino contrario”.
Con prendas que lograron trasladar el sueño de Lanvin a públicos más amplios,
la colaboración cimentó el buen momento por el que pasa hoy en día.
Cerrando la cuarta
jornada de la semana de la moda de París, Lanvin presentó un desfile de
pret-a-porter femenino que no defraudó en absoluto. Manteniendo a la mujer como
estandarte, ella como protagonista y no lo que viste, las prendas resaltaron
las curvas femeninas, los colores tradicionales de la marca (azul, rosa, verde,
y tonos de piedras preciosas como turquesas y rubíes) se complementaron muy
bien con duras chaquetas y faldas de cueros negro. Los vuelos, sin llegar a ser
ochenteros, daban metafóricas alas a las modelos, y junto con los apliques, los
brillos, las piedras, y los guantes hasta el codo, completaban el look en una
escala íntima y con cuidados detalles, dignos de Lanvin.
Colección Otoño invierno 2012 |
Colección Otoño invierno 2012 |
Colección Otoño invierno 2012 |
Eso ya daba espacio a
un aplauso muy merecido, pero nada había preparado a los asistentes para lo que
estaba a punto de ocurrir una vez acabado el desfile.
Se abre un
telón en altura, una banda comienza a tocar, y el mismísimo Elbaz da un
discurso agradeciendo a quienes lo han apoyado en estos años y han hecho
realidad sus sueños. Reconociendo que es un pésimo cantante, solo entonó unas
pocas palabras de la canción “Que será, será”, caminó por la pasarela que antes
atravesaron sus diseños y dio la mano a muchos de quienes lo ovacionaban, al
ritmo de una canción tan apropiada para el presente, que mira con orgullo su
historia.
Alber Elbaz al final de su desfile en París |
Por Florencia Gioia L.
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