27 may 2012

PACO RABANNE: EN BUSCA DE LA IDENTIDAD PERDIDA


En la constante vorágine de ceses creativos a la que asistimos últimamente en la industria de la moda, a principios de mayo le tocaba el turno a Manish Arora como director artístico de Paco Rabanne. Horas después de que la noticia circulase por twitter, el Grupo Puig lo confirmaba, aclarando que era “de mutuo acuerdo”. Mientras los Puig afirmaban estar  “profundamente agradecidos a Manish por el trabajo acometido”; Arora decía que para él había sido “una experiencia enriquecedora y una aventura artística y humana excepcional”.
Pasando por alto que el acuerdo no haya sido posiblemente tan mutuo, sorprende que el Grupo Puig haya reducido a poco más de un año el contrato de tres años que tenía con el diseñador asiático. Desde que en el año 2000 Paco Rabanne abandonase la dirección creativa de la firma que llevaba su nombre, la cuestión sucesoria había sido un desastre, con varios intentos fallidos que habían llevado al Grupo Puig a cesar en 2006 su línea de prêt-à-porter, para dedicarse exclusivamente a la perfumería.
Hasta aquí, podría decirse que no hay nada extraño, teniendo en cuenta que la principal fuente de ingresos del Grupo Puig procede de la perfumería. Pero esto es en realidad contradictorio con la voluntad que muestra el grupo español de afianzar su división de costura de la mano de Ralph Toledano. No podemos olvidar que en el año 2011 la reactivación de la moda como herramienta estratégica ha permitido al Grupo Puig aumentar sus beneficios económicos en un 19% sobre 2010 (la división de moda registró en 2011 un incremento de ventas del 31%). Por tanto, es difícil entender con claridad las intenciones del grupo español.
En enero de 2011 había salido a la venta una nueva comercialización del mítico bolso 69  de Paco Rabanne (nada menos que con tres reinterpretaciones de Rei Kawakubo) y en julio del mismo año se lanzaba una línea más amplia de accesorios bajo el proyecto denominado Paco Lab. Poco después, en octubre, se presentaba con poco acierto la primera colección Primavera/Verano 2012 de Arora en la Semana de la Moda de París. Muchos recordarán los merecidos comentarios de Suzy Menkes al respecto, que situaba los vestidos de esta coleccion más cercanos al estilo de Thierry Mugler que al de Rabanne, y predijo con acierto lo adecuados que serían para Lady Gaga.

Colección de Manish Arora para Paco Rabanne. Primavera/Verano 2012

Sin embargo, el segundo intento de Arora en la presentación de la colección Otoño/Invierno 2012-2013 fue mucho más acertado, sabiendo recuperar las raíces que constituyeron la identidad de Rabanne a finales de los 60 y principios de los 70, aunque los vestidos de esta última colección eran más fáciles de llevar que los propuestos originariamente por el creador vasco. Por tanto, no se entiende que cuando, por fin, alguien se acerca de nuevo a las raíces de identidad de la casa, como ha hecho Arora, sea cesado. 
Colección de Manish Arora para Paco Rabanne Otoño/Invierno 2012-2013
Una de las explicaciones posibles a este hecho puede ser que Puig no tenga realmente claro cuáles son los signos de identidad que podrían mantener viva la leyenda del universo Rabanne, una leyenda desdibujada y nada potenciada en las últimas décadas por el grupo español. Puede también que, simplemente, no tenga ningún interés en potenciarla. Sea como fuere, siempre me ha parecido sorprendente que “1 Million”, uno de los perfumes de la casa Rabanne más venidos en España, haya  elegido el lingote de oro como signo identitario. ¿Cómo olvidar que Paco Rabanne revolucionó la bisutería barata a finales de los 60 con el uso del Rhodoïd y haciendo bandera del alarde de lo falso? ¿No fue Rabanne quién dijo en Le Figaro (21 de abril, 1966) “En la joya de fantasía se sigue utilizando el estrás, el metal dorado y la piedra tallada. ¡Horrible!”? Pues sí, fue Rabanne...
Frascos de los perfumes 1 Million y Lady Million

Cuando uno consulta la definición corporativa que da del universo Rabanne el Grupo Puig se habla  de metal, arquitectura y vanguardia, pero se olvidan del transfondo conceptual y la verdadera aportación del creador vasco al mundo de la moda. Paco Rabanne, el Julio Verne de la moda, se avanzó a su tiempo en numerosas aportaciones. Sin embargo, casi nada se ha transmitido de su leyenda, hasta el punto que para muchos es hoy poco más que un nombre y un lingote de oro o diamante asociado a  1Million/Lady Million, que nada tiene que ver con el concepto de los metales que utilizaba Rabanne en sus orígenes.
Paco Rabanne fue un visionario (obviaremos aquí los comentarios jocosos sobre sus últimos delirios de pitoniso y viajes astrales, que no vienen a colación) que supo anticiparse al devenir de la industria de la moda. En un momento (segunda mitad de los 60’) en que la generación del baby-boom se regía por los principios de la sociedad de consumo y se ponía en cuestión la Alta Costura, Rabanne se definió como un “acelerador de la descomposición” de la industria de la moda y del fenómeno de la indumentaria. Supo ver muy al principio la rapidez de producción que la sociedad de consumo impondría a la industria de la moda, propuso entonces una reflexión sobre los materiales, la democratización del estilo y la exploración de los procesos de creación que lo llevaron a abaratar costes  y a acelerar los procesos de fabricación. ¿A alguien le recuerda esto a las necesidades del momento actual con el auge del retail?
Del mismo modo, se avanzó a su tiempo en la reivindicación del feísmo que en los años 80, aunque de otro modo, recuperaría el mundo de la moda. Paco Rabanne entendió la moda como un compromiso ideológico en el que reivindicaba lo “inllevable” en vestidos manifiesto que buscaban la repulsa.  “Para mí la innovación está en la repulsa, en el rechazo. La creación no es seducción, es impacto” dijo a Lidia Kamitsis en 1995 (KAMISTSIS, L. Paco Rabanne. Barcelona: ediciones polígrafa, 1999). Por eso, tampoco acabo de entender que en su definición corporativa de la división de moda de Paco Rabanne, el Grupo Puig hable de elegancia...

François Hardy luciendo vestido de Rhodoïd blanco.
Portada de Elle 1966

A partir de aquí, haría falta otro post para enumerar todas las características del universo Rabanne que podrían mantener viva la leyenda y las señas de identidad de la marca: la investigación de nuevos materiales y su utilización de los metales (el “metalúrgico” lo llamaba Chanel), el uso de técnicas de producción alternativas al hilo y a la aguja, la innovación en procesos de producción que reducían el tiempo de creación de la pieza a un  minuto (su fallido vestido “Giffo”), la defensa de lo falso y lo poco práctico, la capacidad de dar nuevos usos a materiales tradicionales como el encaje o la piel tricotada...
Nunca he entendido porque, en ese afán poco fructífero de consolidar la moda española como signo de identidad, nos hemos dejado perder por el camino la leyenda y la identidad de un transgresor tan divertido y conceptual como Paco Rabanne... En fin, tampoco he entendido nunca el lingote de oro como imagen reconocible de su perfume más venido, ya lo había dicho.
Ainhoa Martínez Muguruza

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