Esta semana he hecho algo
inaudito en mi, he cambiado mi clásico perfume Issey Miyake, al cual soy fiel
desde hace ya ni recuerdo cuantos años, por Eau Sauvage de Dior. Y es que asistir a
una clase con mi profesora Inmaculada Urrea acerca del branding puede ser muy
traicionero. Fue entonces cuando nos desveló la historia de este histórico
perfume, cómo su publicidad protagonizada por Alain Delon representa la
rebeldía y la juventud, una especie de James Dean afrancesado. Mi idea sobre
Dior siempre había sido la de lujo clásico, recargado y anticuado para mi
gusto, y el hecho de que dentro de la tradición de la firma existiese este
perfume salvaje me cautivó.
Frasco de Dior Eau Sauvage y publicidad protagonizada por una foto antigua de Alain Delon |
Para mí el lujo no está reñido
con la rebeldía. Tan lujo puede ser Nati Abascal enfundada en un vestido de
Elie Saab como Mario Vaquerizo con una cazadora raída de Balmain. A los
precios me remito. De hecho lo de Mario me parece incluso más lujoso, ¿que
puede ser más preciado que la libertad de saltarse la esclavitud del protocolo?
Si hay algo que odio en este
mundo (en realidad no voy a mentiros, odiar, odio muchas cosas) son los
alternativos rebeldes que se creen más listos que el resto de mortales por
comprar unas marcas y no otras. Skaters que se rien de los pijos de Pedralbes
llevando una sudadera Carhartt al mismo precio que una de Ralph Lauren.
Modernas que llevan cada día, sea
a la universidad, a una cena o a un entierro, la bolsa de algodón que
regalaban en el Asvoff para que todos veamos lo cools que son. Alternativas que
llevan “zapas” que ni sacadas de un contenedor pero sin el último pintauñas de
temporada de Chanel no viven.
Ese es otro de los misterios de
la vida, no sé vosotros pero yo jamás he conocido a un moderno o a un pijo.
Oigo mucho hablar de ellos pero nunca nadie se ha autodescrito a sí mismo así,
al contrario, lo niegan. Pues confieso, me encanta la buena vida y las cosas
caras: yo soy pijo; rebelde, eso sí, que por algo me he cambiado de perfume. Y
más pijo que sería si el presupuesto lo permitiese.
Lo mejor de todas las tribus
urbanas es que todas se creen mejores y más inteligentes que las demás, cuando
aquí en realidad son las marcas las que nos superan. Cada una capta a su
víctima y vende lo que sabe que ella va a comprar, diferentes trampas para
diferentes víctimas, pero la caza es la misma y aquí todos somos presas.
Y así fue como Dior, confabulado
con mi profesora, me obligó a ir al Corte Inglés cual mosca a la miel,
intentando autoengañarme pensando que era solo para descubrir como olía.
MENTIRA. A mi ya me lo habían vendido antes de oler nada, ¿pero de eso se trata
esta trampa del marketing y la comunicación no?
Escrito por Xavier Cugat
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