Sólo hay una cosa que satisface igual o más que comprar prendas de las grandes firmas: pasear su bolsa. Y cuanto más grande se vea el logo mejor. De esta manera, sus clientes y clientas transportan con orgullo las bolsas por la calle, la oficina, los restaurantes, etc. sin importar lo que contengan pero dejando bien claro su alto poder adquisitivo. O lo que es lo mismo, transmitiendo sin ni siquiera abrir la boca que tienen el dinero suficiente para comprar en esa tienda. Y mientras para las firmas nos convertimos en publicidad andante a muy bajo coste, nosotros alardeamos satisfechos de nuestras bolsas a la vez que las protegemos con recelo.
Es curioso ver como convertimos un objeto tan simple como un trozo de cartón en una lucha de clases. Para la firma, el packaging es el elemento de promoción más rentable. Si hacemos una relación entre el económico sistema de producción que necesita y la atención que consigue atraer en el sujeto, nos damos cuenta de lo mucho que les sale a cuenta. En mi opinión el packaging, gracias al contacto directo que consigue con el cliente y al deseo que despierta entre los observadores en su día a día, posee más fuerza comunicacional que por ejemplo una pancarta publicitaria.
Y cuando se trata de ostentar el ser humano es capaz de inventarse de todo, así que ya existen páginas webs en China que venden falsificaciones de bolsas de Chanel o Gucci. La cuestión es aparentar tener dinero aunque sea mentira. El precio de cada una es de aproximadamente 30 céntimos y el material del que están hechas es de menor calidad que el de las auténticas. Lamentablemente intuyo que este nuevo mercado de falsificaciones tendría éxito entre los españoles, y más en tiempos de crisis.
Sonia García G.
Sonia García G.
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