Vestidos hechos jirones y rebelión de identidades
Estar a una semana de conocer los ganadores de los premios Goya es un buen momento para centrar la atención en La piel que habito, soberbia película de Pedro Almodóvar. La polisemia de esta producción, junto con su perfección narrativa, de puesta en escena y de dirección artística- por citar sólo algunas virtudes del film-, hacen que escribir un post sea quizás insuficientemente breve. Por ello, he intentado ser lo más concreta posible y me ceñiré a la importancia del vestuario en la construcción de algunos personajes de la película. Os quiero hablar de cómo viven la imposición del vestir Vera Cruz (Elena Anaya) y Norma Ledgard (Blanca Suárez): dos mujeres que se rebelan a un rol de género en el que se sienten prisioneras y cuya única arma de protesta es negarse a vestirse como tales.
La dirección artística del vestuario corre aquí a cargo de Paco Delgado y, además de numerosas firmas presentes en la película (Dolce&Gabbana, Tom Ford, Diane Von Furstenberg, La Perla...), destaca por encima de todas el diseño de algunos trajes por parte de Jean Paul Gaultier (autor de los bodies de Vera, del uniforme de Marilia y del disfraz de tigre de Zeca). El título de la película, que nos habla del peso de vivir dentro de un cuerpo que nos ha sido impuesto, parece aludir, además, al vestido como segunda piel dentro de la que habitamos.
Así, toda la vida del personaje protagonista, la artificialmente creada Vera Cruz (leánse aquí todas las similitudes que se desee con el mito de Galatea y con el imaginario de la muñeca), ha estado marcada por la moda. La boutique de su madre (localización que se filmó en la tienda de Corachán y Delgado) y los vestidos que rodean a Vera, fueron en el pasado una premonición del rol que le sería asignado. Del mismo modo, la tela y el trapo son la única válvula de escape en su cautiverio posterior. Durante este encarcelamiento, Vera crea unas esculturas amorfas con tela que recuerdan y aluden al trabajo creativo de Louise Bourgeois. No es así por casualidad: esta escultora femenina reflexiona en su obra sobre la asfixia de la mujer absorbida por el hogar, sobre la diferencia entre lo femenino y lo masculino, sobre la histeria (y estuvo además marcada por una familia vinculada al tejido)... Alude igualmente a Bourgeois la panorámica inicial sobre el cuerpo de Vera haciendo yoga (veáse la obra Arch of hysteria), una Vera enfundada en un body andrógino en tono nude.
Fotograma de La piel que habito |
Arch of hysteria de Bourgeois |
Este body (sexualmente no connotado) es la única prenda que Vera soporta llevar, junto con un mono en color negro que viste en otras escenas. Su oposición a vestirse como una mujer es su acción de resistencia. En la secuencia de presentación del personaje descubrimos su armario lleno de ropa cortada y, en otra secuencia, cuando el doctor Ledgard le anuncia “A partir de ahora te llamarás Vera”, la reacción de ésta es cortar toda la ropa en trozos minúsculos.
Vera es consciente del papel que le ha sido asignado, como muestran algunas de sus escenas con el Doctor Ledgard (“¿Te gusta lo que ves? ... ¿Puedo darme por terminada?” o “Soy tuya, estoy hecha a tu medida y acabas de decirme que te gusto. Sé que me miras”). Por eso se opone a la ropa y a la función del vestido, marcado a lo largo de la historia por un dimorfismo sexual que ha hecho a la mujer prisionera y ahora le genera rechazo. Este es el motivo por el que se viste inmediatamente de mujer cuando cede a tener una relación sentimental con el Dr Ledgard, el cambio que vemos en el personaje es, antes que nada, un cambio de vestuario. Del mismo modo, es un vestido y no su cuerpo ni su rostro lo que hace que Vera sea reconocida por los suyos cuando vuelve a casa, una prenda vintage de Dolce&Gabbana que es identificada por otro de los personajes.
Fotograma de La piel que habito |
Flayed. Diseño de Jean Paul Gaultier en 2009 |
Igual que Vera, la asocial y perturbada Norma Ledgard se rebela a la ropa. Así lo vemos en su primer acto social, cuando lanza con rabia un zapato y exclama: “¡Estoy harta de tanto tacón y esta chaqueta! ¡Estoy harta de tanto vestido! Por mÍ iría todo el tiempo desnuda.” Posteriormente, cuando abandona la cordura, se niega a llevar prendas ajustadas y sólo acepta un amorfo camisón blanco, para horror de su padre, el Dr Ledgard.
En todas las películas de Pedro Almodóvar, como en la vida, la ropa ayuda a definir los rasgos de personalidad. En el caso de La piel que habito, no es gratuito que sea Gaultier el encargado de diseñar los andróginos bodies de Vera. El diseñador ha jugado a lo largo de su carrera con los roles sexuales tradicionales, hipersexualizando los códigos de la moda femenina (con Almodóvar ya lo hizo en Kika y en La mala educación) o rompiendo los límites y alternando los roles (recordemos sus faldas para hombre). Además, el cuerpo y la piel de la mujer han sido fuente inagotable de inspiración para Gaultier, por lo que el diseño de los trajes-cuerpo andrógino de este film es una continuación natural de su trabajo. Gaultier y Almodóvar, ambos interesados en la contracultura, han reivindicado siempre el derecho a ser diferente. Quizás por sus coincidencias (demasiadas para enumerarlas todas en este artículo), su trabajo conjunto en esta película es magistral y conceptualmente soberbio. Larga vida a ambos.
Ainhoa Martínez Muguruza
Enhorabuena por el artículo, muy bien detallado todos los significados de los vestidos
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