La
responsabilidad Social corporativa (RSC) está en la hoja de ruta de las
empresas de la industria de la moda, aunque todavía queda mucho camino por
recorrer
Según un estudio realizado por Echo Global en 2013, más del 90% de los
consumidores serían capaces de cambiar de marca si otra con un precio
parecido y ofreciendo la misma
calidad apoyara una causa social. Así, cada vez son más las empresas que
deciden subirse al carro de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), y como
no podía ser de otra forma, si la RSC marca tendencia, las empresas de la
industria más fashion no pueden quedarse atrás. Hay que tener presente que la
RSC, va más allá y no es sólo una campaña concreta en apoyo a una causa
determinada sino que tiene que contemplar tres dimensiones básicas como son la
social, la medioambiental y la económica.
Las grandes corporaciones empezaron a
ponerse las pilas firmando el Pacto Mundial, establecido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con
el objetivo de mejorar e incentivar la RSC en las grandes empresas del mundo.
Este pacto lo rigen 10 principios de actuación empresarial en materia de
derechos humanos, derechos de los trabajadores, desarrollo y medioambiente que
las empresas se comprometen a promover. Más adelante, ya en 2012, se realizó un
Código de Conducta y Manual para el Sector Textil y de la moda, la primera iniciativa
sectorial del Pacto Mundial con la intención de convertirse en un modelo de
empresas socialmente responsables.
La Fast fashion sigue imperando en el
sector de la industria de moda, y esto significa que el aumento de las
colecciones, nos trae una moda “pañuelo de papel”. Esta moda de usar y tirar, provoca una presión enorme sobre
los proveedores que a la vez
sobreexplotan a los trabajadores vulnerando sus derechos y además se producen
toneladas de desechos derivados del consumo de productos de calidad y precio
bajos. Como sabemos, la mayoría de proveedores se encuentran en países dónde la mano de obra es más
económica, todos ellos en vías de desarrollo y donde es difícil controlarlos ya
que son países muy diferentes tanto en cultura como en niveles de vida.
Se ha conseguido un código de
conducta pero sin fuerza legal y es por ello que todavía el control sobre el impacto
medioambiental, el respeto por los derechos humanos en toda la producción y
distribución, la seguridad y la salubridad de las prendas son algunos de los muchos retos a los que
se enfrenta la industria. Aunque las empresas del sector textil,
conscientes de la importancia del cambio han aplicado mecanismos de control como
códigos de conducta y auditorías internas y externas, esta claro que queda
todavía mucho camino por recorrer y el control sobre los
proveedores es lo que esta trayendo más quebraderos de cabeza.
Para darnos cuenta de todo lo que queda por hacer, y pese a no ser los únicos problemas, sólo tenemos que recordar los fatídicos acontecimientos sucedidos en Bangladesh el mes de abril pasado y que aún y, ser los más graves, no son aislados. Remarcar como, a pesar de ser perjudicial para la salud e incluso provocar la muerte, muchas empresas siguen utilizando la técnica del sandblasting. También, la contaminación de algunas aguas en China y entre otros, el hallazgo de productos químicos altamente perjudiciales para la salud humana en prendas de ropa.
Para darnos cuenta de todo lo que queda por hacer, y pese a no ser los únicos problemas, sólo tenemos que recordar los fatídicos acontecimientos sucedidos en Bangladesh el mes de abril pasado y que aún y, ser los más graves, no son aislados. Remarcar como, a pesar de ser perjudicial para la salud e incluso provocar la muerte, muchas empresas siguen utilizando la técnica del sandblasting. También, la contaminación de algunas aguas en China y entre otros, el hallazgo de productos químicos altamente perjudiciales para la salud humana en prendas de ropa.
Hay campañas como Ropa Limpia, promovida por Setem o Detox de Greenpeace que luchan por dar a conocer a los consumidores
los problemas que todavía quedan por solucionar y dónde las empresas tienen
mucho por hacer (algunas más que otras). Según afirman en las páginas webs de
las propias campañas, estas no buscan el boicot a las marcas sino dar la
información suficiente a los consumidores para que se produzca un diálogo entre
los clientes y las empresas y los consumidores puedan presionar para que se
cumplan los derechos humanos y se cuide al planeta.
Muchas empresas se han comprometido al cambio y están actuando, quizás a veces a paso más lento de lo que sería deseable, pero lo importante es que las empresas saben que con la llegada de Internet y las redes sociales la personalidad del consumidor ha cambiado volviéndose más crítico con los productos que adquiere y buscando más responsabilidad por parte de las empresas que los ofrecen. Estan comprobando como cada vez más, los consumidores premian las buenas prácticas empresariales y desprecian las malas, sobre todo cuando estas prácticas juegan con la vida de los seres humanos, Sería como si por fin les dijeran a las empresas como hacen en sus vidas privadas, "no me digas que me quieres, demuéstralo".
Muchas empresas se han comprometido al cambio y están actuando, quizás a veces a paso más lento de lo que sería deseable, pero lo importante es que las empresas saben que con la llegada de Internet y las redes sociales la personalidad del consumidor ha cambiado volviéndose más crítico con los productos que adquiere y buscando más responsabilidad por parte de las empresas que los ofrecen. Estan comprobando como cada vez más, los consumidores premian las buenas prácticas empresariales y desprecian las malas, sobre todo cuando estas prácticas juegan con la vida de los seres humanos, Sería como si por fin les dijeran a las empresas como hacen en sus vidas privadas, "no me digas que me quieres, demuéstralo".
Sofía Riera Puertas
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