Faldas peplum, vestidos peplum,
tops peplum, chaquetas peplum,… e, incluso, ¡cinturones peplum! La lista de prendas marcadas por
esta tendencia en la actualidad es tan larga e inagotable que me atrevería a
decir que el peplum es como un virus
que ha ido contagiando una a una las colecciones de cada diseñador,
repitiéndose hasta la saciedad con la moda low-cost
e inundando escaparates por doquier.
Y aunque nos pueda parecer una nueva creación de los dioses de la moda, el peplum es otro de los muchos ejemplos que confirman que “la moda siempre vuelve”, pues lo que ahora se presenta como una prenda imprescindible en nuestros armarios, ya lo fue para mujeres de épocas pasadas.
Si buscásemos el origen del peplum, nos tendríamos que remontar a la
Antigua Grecia, donde encontraríamos el peplo, la indumentaria femenina de
entonces. Consistía en una túnica rectangular, sujeta sobre los hombros mediante
fíbulas y ceñida a la cintura con un cinturón, formando varios pliegues y dando
lugar a una sobrefalda a la altura de las caderas.
Si bien puede considerarse que otros
predecesores del peplum se hallan en
la moda lucida durante el reinado de Felipe IV, en los atuendos versallescos de
María Antonieta o a finales del siglo XIX combinado con el polisón; no es hasta
mitad del siglo XX, sobre todo una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, cuando
el peplum comenzó a utilizarse tal y
como hoy lo conocemos, marcando una silueta femenina voluptuosa y llena de
curvas.
Fue en ese periodo de postguerra,
cuando las mujeres sintieron la necesidad de dejar atrás la moda austera y
funcional predominante, propiciada por la precariedad económica y su incursión
en el mundo laboral, y, seducidas por el glamour
hollywoodiense, volverse más femeninas y seductoras. Este deseo supo percibirlo
muy bien Christian Dior, quien, en 1947, presentó su primera colección, “Corolle”, que ha pasado a la historia
con el nombre de “New Look” por la
revolución que marcó entonces en la forma de vestir: prendas que realzaban las
proporciones femeninas y las magnificaba, confeccionadas con grandes volúmenes
de tela, hasta entonces racionada.
El “New Look” de Dior contribuyó considerablemente a la consolidación
del peplum durante la década de los
50 e inicios de los 60, aunque también otros grandes diseñadores de la época,
como Balenciaga en su experimentación con los volúmenes, echaron mano de este
recurso y lo incluyeron en sus diseños.
Los 60 fueron también los años dorados
de las películas ambientadas en la época greco-romana, género cinematográfico denominado
péplum (con acento), siendo éste otro factor que favoreció el auge de la
tendencia homónima durante este periodo. De hecho, las prendas peplum empezaron a llamarse de este modo
cuando, en 1962, el crítico francés Jacques Siclier publicó en la revista “Cahiers du cinéma” el artículo “L’âge du péplum”, donde asociaba este tipo de
películas épicas con el volante de las túnicas que lucían las actrices de estos
filmes.
Ya en los años 80, cuando se
recupera todo lo asentado en el mundo de la moda, se mezcla y se potencia, el peplum volvió a resurgir, siendo uno de
sus mayores defensores el diseñador Thierry Mugler, quien dijo: “Las mujeres tienen que estar orgullosas de
sus curvas. Las caderas anchas simbolizan fertilidad y transmiten sensualidad”.
Y, finalmente, el peplum ha llegado a nuestros días y,
aunque lleva apareciendo de forma discreta en las pasarelas de los últimos
años, por ejemplo Balenciaga lo introdujo en 2006 y Alexander McQueen en 2008, no ha sido hasta la pasada temporada primavera-verano cuando se consolidó
y se produjo su exaltación, siendo una de las propuestas favoritas de diversos
diseñadores. Su triunfo se ha mantenido y lo hemos visto constantemente en las
colecciones de este otoño-invierno, y lo vamos a seguir viendo, porque parece ser
que el peplum no quiere bajarse de las pasarelas y va a continuar estando
presente en muchas de las colecciones de la próxima temporada primavera-verano
2013.
Y como la moda es la moda, y está
condenada a repetir la historia, diseñador lo creará, marca low-cost lo copiará,
los escaparates lo exhibirán y las calles continuaran plagadas de miles de clones
luciendo una tendencia masiva y monótona.
Por Maria Giménez Álvarez
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