POR CATALINA CABRERA
Las desigualdades entre hombres y mujeres han existido desde
el comienzo de los tiempos. Dichas diferencias se hicieron notar en el plano
laboral, doméstico, familiar y social durante muchos siglos, dejando al género
femenino en un segundo lugar. Sin embargo, quizás una de las mayores y
evidentes oposiciones entre ambos ha sido la forma de llevar la moda durante
toda nuestra historia.
Por siglos las mujeres se escondieron en sus largos y
grandes vestidos, postergando su comodidad. Exageradas capas, inmensos tocados,
zapatos con plataformas descomunales (como los chapines en el siglo XVI), el
corsé y el polisón eran formas que pretendÃan exponer a la mujer como un
elemento decorativo sin movilidad alguna. Al mismo tiempo, el hombre disfrutaba
del confort de sus calzas y, más tarde, pantalones.
Fue en el siglo XX que las mujeres se liberaron
paulatinamente de la rigidez de su indumentaria. Iniciando este proceso en La
Belle Époque con la aparición de una irreverente Coco Chanel que crea el nuevo
guardarropa ideal femenino. Más adelante, se acorta la falda y se utilizan
uniformes con cortes masculinos (fenómeno vinculado a las dos guerras mundiales
y la falta de mano de obra masculina). Esto conllevó a una libertad de
movimiento jamás antes vista.
Sin duda, la femineidad nunca se pierde y actúa paralelamente
a esta tendencia de liberación. Incluso, renace con potencia en distintas
décadas con el New Look de Dior (los 20) y el regreso de la curvas (los
60).
Pero más adelante, pudimos ver como hombres y mujeres se
conjugaron con tendencias menos diferenciadoras, incluso, ambiguas. Movimientos
como el hippie, glam, punk y estilos como el de Hedi Slimane dieron un vuelco
en las propuestas por género.
En la actualidad las barreras cada vez son más difusas, en
un porcentaje bastante alto la ropa es unisex (sobre todo en el Street Style de
los jóvenes). Todas tenemos una prenda de hombre, o que parece serlo, en nuestro
guardarropa. Chaquetón de corte masculino, poleras por sobre nuestra talla,
boyfriend jeans, blazers, gorros estilo skater, chaquetas de cuero y biker
boots son sólo algunos básicos.
Grandes personajes como Katharine Hepburn, Patti Smith y
Diane Keaton (a partir de su personaje Annie Hall), supieron usar el estilo
masculino de una forma asombrosa que las transformó en referentes de dicha
tendencia que hoy es una constante.
El estilo se llama Tomboy, se trata de vestir masculinamente
sin intentar verse como un hombre. La idea es hacer propia prendas históricamente
vinculadas a dicho sexo de manera sofisticada, con actitud, rebeldÃa y, por
supuesto, sin perder la femineidad. Se pueden encontrar blogs especializados dedicados
al desarrollo de este fenómeno, como el popular Tomboy Style.
Por mi parte, me gusta mucho este estilo, pero creo que no es
fácil adoptarlo. Hay que ser muy segura de si misma, práctica y con buen gusto,
dado que no es disfrazarse. Me hace pensar en las mujeres que se atrevieron a
principios de siglo a ir frente lo establecido, demostrar que la belleza no sólo
se demuestra con piernas, curvas y escotes.
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