8 jun 2011

Los zapatos de las mujeres de Auschwitz


Dicen que con sólo mirar lo que la persona X lleva vestido o calzado podemos decir mucho de ella. Y eso fue justamente lo que sentí cuando, hace dos semanas, aprovechando mi viaje de trabajo a Cracóvia, visité los campos de concentración de Auschwitz y Birkenau y, en el primer complejo (o Konzentrationslager, que en alemán significa campo de concentración), pude ver miles de objetos que pertenecieron a las víctimas.

Sus maletas, sus gafas de ver, sus ropas, sus tallit judíos y muchos otros objetos personales, pero principalmente los zapatos femeninos que se han preservado cuentan parte de los secretos de lo que pasó allí. ¡Digo parte porque después de mi visita creo que nunca jamás nadie podrá entender la real dimensión de lo ocurrido!

Detrás de un cristal en una de las salas del museo, los zapatos de las mujeres que llegaron a Auschwitz entre 1942 y 1944 se pierden en medio de una pila de zapatos de hombres y niños (los prisioneros no solo eran judíos sino también presos políticos, familias enteras de polacos que de una manera u otra han ayudado a los judíos, gitanos y/o homosexuales). Sin embargo hubo algunos que me llamaron la atención porque, y cualquiera que entienda de moda pensaría igual, eran modelos extremadamente avanzados para la época. Ricos en colores, en detalles, con elementos del folclore de sus países o bordados a mano... Y aunque los veamos allí parados, degradados por el paso del tiempo, todavía tienen la capacidad de comunicarnos un poco sobre el poder adquisitivo de muchas de las mujeres que fueron llevadas hasta allí, para morir o desnudas y con la cabeza rapada en una cámara de gas nada más llegaron o desnutridas, enfermas y cansadas por continuados trabajos forzados y torturas.

Más allá, estos zapatos nos dejan entrever que al llegar allí todos esperaban algo muy diferente a la muerte que acabó por llegar tarde o temprano. Sino no hubieron llevado su mejor calzado y las maletas cargadas con sus ricas pertenencias y muchas ilusiones…

Texto y Fotos: Mafalda Soares Caldas

4 jun 2011

El look escondido

The SwanRosalind Al-Aswad

Es muy fuerte esa sensación que experimentamos cuando un día nos vemos en el espejo y nos damos cuenta de que nos estamos convirtiendo en algún familiar. Mismo físico, mismos gestos, mismo pelo.

Màs fuerte es la sensación que experimentamos cuando nos percatamos de que nos estamos VISTIENDO como un familiar.

Mi tía siempre ha tenido un estilo muy de ella. Mezclando lo kitsch con lo tribal con lo bohemio, el resultado es exquisitamente estrafalario. Vivió en Nueva York pero es más criolla venezolana que decirlo dos veces y combina con facilidad Macy's y Calvin Klein con alguna camiseta que poca gente compraría en algún mercadillo, uñas a medio pintar, anillos más grandes que mi puño y pelo a lo loco. No es para todos pero vaya que a mi tía le va de lo mejor.

Dirigía una orquesta, así que tiene esos maravillosos movimientos de muñeca y manos cuando se emociona con Vivaldi o con Bebo Valdés. Salta entonces la media cola de su pelo y tintinean sus inmensas pulseras de bolas de madera. Que también saltan cuando de repente pega cuatro gritos por la ventana del coche a algún subnormal que se atraviesa cuando no le toca.

Y yo... yo llevo años viéndola así, esperando la llegada de sus viajes a ver qué regalos traía cuando espiaba sus maletas y oliendo su cacharel.

Hace días me arreglaba frente al espejo y me encontré a mi misma vestida como mi tía sin darme cuenta. Camisa larga, cinturón alto, collares tribales, pelo loco, uñas a medio pintar y gafas "john lennon".

Hay looks que no se pueden duplicar a conciencia, sino que sin querer se revelan en nosotros como quien pilla una de esas pinturas en las que debes torcer los ojos para ver la figura. Looks que nos acompañan como la memoria de una tía estrafalaria.






Claudia Lizardo Araujo

1 jun 2011

¡IT girl alert!

En el mundo de la moda uno no sabe cuando le llegará la inspiración para una colección o cuando descubrirá una prenda de ropa que acabará cuajando entre los consumidores. Lo mismo pasa a la hora de descubrir lo que popularmente se conoce como IT girls, esas celebridades de look destacado que se convierten en referencia para la imitación. En pocas palabras, las famosas que provocan que una chica pida a las redactoras del Cuore como puede conseguir un estilo semejante a un precio asequible. 


 Cuando nos dedicamos a comunicar moda debemos estar siempre en guardia y es por eso que cuando el viernes pasado decidí relajar la mente y pagar un riñón para ver Las locas aventuras de Depp y Cruz –o lo que es lo mismo, Piratas del Caribe. En Mareas misteriosas– a pocas escenas de la primera aparición en pantalla de la joven catalano-francesa Astrid Bergès-Frisbey, algo en su labios, en su tez blanca y en su mirada, me habló y me repitió una y otra vez: It…It…It…  

 
Una vez en casa, lleno de curiosidad, me dispuse a consultar la enciclopedia de este, nuestro siglo XXI: Google. Concretamente, el nunca suficientemente apreciado Google Imágenes. Allí estaba ella, la joven Astrid, de padre catalán y madre americano-francesa, luciendo un look discreto y muy chic. Su contención, su sutileza francesa –y catalana, para que negarlo– resaltaba al lado de una excesiva y muy italiana –y española, para que negarlo Penélope Cruz en las alfombras rojas de presentación de la cuarta entrega de la saga de Disney.  



Astrid tiene una presencia magnética y enigmática, sencilla y, lo mas importante, el punto básico de toda IT girl: parecer que no ha pensado en exceso lo que finalmente se ha puesto y que lleva con desparpajo y seguridad. Y además tiene un ‘aire’ a Jane Birkin. Un ‘aire’ a chica decidida y salvaje contenido dentro de un cuerpo de niña buena deseando, con su mirada penetrante, mostrar todo lo que lleva dentro.  

En definitiva, tiene todos los ingredientes que la pueden convertir en la siguiente gran IT girl. Eso si acompaña su aventura como sirena Disney de papeles que la sigan manteniendo en la página de inicio de los blogs de moda. 

 ¡Benvinguda/Bienvenue As!
 
 
Albert R. Dot

Love of my life

Hace exactamente tres años, el 1 de junio de 2008, moría uno de los grandes genios de la alta costura de todos los tiempos. Moría a los 71 años, después de haber sufrido una larga enfermedad. Moría cargando la palabra éxito entre sus brazos. Sin embargo, lo que no sabemos es si el genio se iba en paz o si lo hacía en medio de esta tristeza que lo acompañó durante toda su trayectoria artística. 





Yves Saint Laurent se fue dejando su herencia a Pierre Bergé, el que había sido su compañero sentimental durante casi toda su carrera, pero que por entonces ya no lo era. Las obras que el modisto francés había dejado a su socio, amigo y compañero ya no tenían sentido. Un proyecto creado conjuntamente no podía resistir en manos de uno solo. Casi toda su colección de arte fue subastada entre el 23 y el 25 de febrero siguiente. Sin embargo, una parte artística, y personal a la vez, fue hallada en 2010. Una amplia variedad de personajes aparecían en un bloc de unas 360 hojas. Un dossier en el que Saint Laurent había ilustrado sus amantes (reales y ficticios). 
Entre ellos, a parte de Pierre Bergé, se encontraba un desnudo del famoso líder de la banda rockera Queen, Freddy Mercury. Desconozco si el músico y vocalista británico (aunque nacido en Tanzania) formaba parte del grupo de los amantes reales o si era únicamente producto de su deseo e ideal. Lo que si sé, es que cuando coloco esas dos personalidades una al lado de la otra, me encajan a la perfección. Si bien fueron dos hombres con carreras vertiginosamente exitosas, detrás de sus “fachadas” se escondían dos seres a quienes no les gustaba mostrar su vida más personal. 



Tanto Mercury como Saint Laurent vivieron vidas con altibajos, vidas llenas de malos y buenos momentos relacionados con la gente que les rodeaba. Sin embargo, ambos tuvieron dos grandes amores en su vida. 
Para Yves, Bergé fue un pilar durante esas turbias épocas y fue una de las personas que le redireccionó en sus malos momentos. En el caso de Mercury, fue Mary Austin, su primer amor. Ella se convirtió en el amor de su vida (tal como decía en la canción Love of my Life). A pesar de que Mercury cambiase sus gustos, Austin fue quién estuvo siempre a su lado (de hecho, los derechos de sus canciones fueron heredados por su gran amiga).  
A pesar de sus vidas ajetreadas, y no sabemos si es gracias a sus pilares emocionales, Freddy Mercury e Yves Saint Laurent se han convertido en una pequeña gran parte de la historia gracias a sus dos otros grandes amores; la música y la alta costura. 

Núria Martí Casanova

20 may 2011

La alfombra roja europea

¡Qué fantástica época del año en la que estamos ahora! Las buenas temperaturas nos invaden, la piel se nos empieza a broncear el punto justo para no parecer ni un vampiro con ojeras ni tampoco un chuletón argentino, y lo mejor de todo, nos empezamos a sentir estupendos con cualquier camiseta un poco holgada.

Ojeando mil y una revistas, o abriendo cualquier página web sobre moda, veo el verano en ellas, el aura del buen humor. Finalmente, caigo entre los vestidos del festival de Cannes, gran acontecimiento anual donde las estrellas del cine, las celebrities, las socialities y todas las “ties” se enfundan vestidos de todos los gustos y colores, desde la espectacular Bar Rafaeli con un Roberto Cavalli azul marino, hasta la genial Diane Kruger con un Calvin Klein dorado, el cual me dejó sin aire la semana pasada, y que aún me tiene deslumbrada . En este festival, nunca mejor dicho, de vestidos, glamour, alfombras rojas, smokings y muestras de la representación del cine Hollywoodiense llegado a Cannes, parece que Estados Unidos esté vacío, que no haya films en los televisores norte americanos, que todo, por una semana, esté en la vieja Europa.

Bar Rafaeli de Roberto Cavalli


Diane Kruger y el vestido que me dejó sin aliento   

Continuamos en la côte d'azur, sol, mar, barcos de lo más lujosos... un espectáculo al que pocos pueden acudir, pero con el que todos podemos soñar. Sin embargo, a veces me sigue sorprendiendo, que según que invitada a tal acontecimiento, haga un auténtico ridículo vistiendo un extraño atuendo sin ninguna gracia, o al contrario, con tantísima gracia que hace llorar de risa a los fotógrafos, los primeros en captar tal desastre. Es obvio que es cuestión de gustos, aún así debemos tener en cuenta que detrás de cada una de esas celebrities, está una estilista personal la cual le ha prometido que llevando tal vestido a la alfombra roja, va a ser el centro de todas las miradas, claro que a lo mejor se ha olvidado de decirle a su clienta, que sería el centro de atención por otros motivos no muy agradables. Después están las actrices camaleónicas, las cuales no acaban de encontrar su estilo personal, un claro ejemplo es Penélope Cruz, por un lado presenta su nueva película Piratas del Caribe en distintas capitales europeas, en unas mostrando sus senos de una forma completamente ordinaria, como es el caso de la premiere en Madrid, y en otros, como en Alemania, nos da una clase de buen gusto con un ajustado vestido rojo de Armani privée. Quizás como nota a pie de página en las invitaciones de los festivales que dicen ser con clase, debería haber un aviso en el que dijera “ no es obligatorio mostrar los pechos para estar bella”.



Penélope de Armani Privée

un "NO" personal a Penélope


Largas críticas y algun que otro ¡uaaaaau! Me han salido husmeando entre tantas fotos, tantos vestidos, tantas bellezas jóvenes y radiantes, como otras no tan jóvenes pero mil veces mas radiantes, como es el caso de Uma Thurman, siempre tan dura y delicada a la vez, pero por encima de todo, desprendiendo clase a doquier. Y finalmente, vuelvo a respirar, ya que me doy cuenta una vez mas, y no será la última, que la belleza va por dentro, que el gusto es imposible de adquirir si no viene de cuna, que hay monas que aunque las vistas de seda, monas se quedan, y que es mejor ir sencillo si no sabes donde está el límite del atrevimiento. 
 
Carla Valls Roca

16 may 2011

Pierre Bergé e Ives Saint Laurent. Amor loco


YSL amor loco es un documental que narra la trayectoria de este mítico diseñador a través de la subasta de las obras de arte que compartía con Pierre Bergé. La subasta pone fin a la relación de amor entre Sant Laurent y Bergé, que duró más de 50 años “llenos de éxitos extraordinarios y dolores íntimos”.
La cinta cuenta de forma cautivadora la muerte y el triunfo del impulsor del smoking femenino, del creador del vestuario de la mujer contemporánea. Las imágenes en blanco y negro, los fragmentos de cintas caseras y los silencios, sobre todo los silencios, dan un ritmo emotivo y reflexivo.
Pierre Berge se convierte, una vez más, en el firme defensor de Saint Laurent. Siempre Ives, parece recordar la cinta. Cada palabra de Berge sólo sirve para reforzar la imagen del diseñador. Las escenas en las que aparece en el café donde se conocieron en 1958, antes de que YSL fuera despedido de Dior, nos muestran la cara más amable de Bergé, aquella que nunca mostró a la prensa.

Nunca dejan de sorprenderme las relaciones entre diseñadores y directores – musas- ángeles de la guarda. No pretendo juzgar nada más de lo que he visto, pero por lo que vi, Bergé siempre quedo relegado a un segundo plano, pendiente de las subidas y bajadas del otro. Su rostro muchas veces se desdibuja, su papel se diluye ante la grandeza del otro y no puedo dejar de recordar la última imagen del documental en la que se le ve andando solo, tras subastar toda su vida al lado del diseñador, con su sombrero de fieltro. Se le ve tan pequeño y viejo que me pregunto si este férreo defensor alguna vez se preocupó por su propia imagen.
Querer es compartir y eso es lo que se extrae de la casa que ambos compartían, sin embargo, todo recuerda quien es el genio y quién el criado. Los salones están llenos de retratos del diseñador, las habitaciones llevan el nombre de los personajes de sus escritores favoritos y Bergé, feliz de haber compartido esos momentos, solo puede mostrar ante las cámaras y por primera vez su tormentosa relación.
Nadie puede juzgar una relación de pareja, sin embargo, el documental me pareció un tierno homenaje a la labor de Pierre Bergé en la Maison YSL.

Raquel Sans 

11 may 2011

“Nothing tastes as good as looking perfect”

Todos tenemos defectos y a nadie le gusta tener que mostrarlos. En el transcurso de la historia la solución a este problema ha residido en el convencimiento y la confianza en uno mismo. La asimilación y la conformidad hacia esos defectos, junto a los “tradicional fakes”, solucionaban el asunto hasta los 90 y, mejor aún, no creaban nuevos problemas.  En 1990, los hermanos Knoll lanzan al mercado un producto que, aparte de ser el programa por excelencia por su gran abanico de posibilidades, cambiará el grado de autoestima de medio mundo durante los años posteriores a su creación. 

El diseñador gráfico descubría así su herramienta principal de trabajo. Con el nuevo programa se podían modificar las imágenes hasta hacer de ellas un producto totalmente distinto.  Así pues, las imágenes de las revistas de moda han empezado a cambiar desde su entrada en el mercado. Al principio con cautela y con clase; sin abusar. Sin embargo, a medida que han ido pasando los años su aplicación en las fotografías ha ido aumentado de manera exagerada hasta deformar el producto original. 


Compro revistas de moda desde aproximadamente los catorce años. Siempre he pensado que las chicas que aparecían estaban estupendas y se cuidaban mucho; que todas iban al gimnasio y se ponían todas las cremas del mundo para estar tan perfectas. No sólo lo he pensado yo, sino toda mujer que se compraba ese tipo de revistas. Sí, nos interesa la moda, pero no nos engañemos; las compramos por un mayor o menor aspiracional.  Sin embargo, hace unos años que conozco el funcionamiento del Photoshop y lo veo desde otra perspectiva. He visto procesos de cambio entre fotografías donde aparecen dos mujeres totalmente distintas en la original y en el producto resultante. Actualmente hay tanto retoque en las imágenes publicadas que se ha cruzado la línea de la ficción. Seguimos pensando que estas mujeres han quedado perfectas, pero ya no las vemos como “mujeres reales”. Sus pieles uniformes, con brillos uniformes, piernas extralargas, cuellos inhumanamente largos, pechos inmunes a la gravedad... La piel de naranja y la celulitis no existen para ellas.  
Aun así debo recordar que yo ya no tengo 16, 17 ni 18 años y tengo otra mentalidad. El Photoshop ha hecho mucho daño en las mentes de las adolescentes, quienes miran atónitas a las mujeres de estos magazines. Estar delgada y perfecta como la mujer de la foto supone una serie de éxitos personales y sociales que para estas jóvenes no exige precio ni sacrificio suficiente. Si hay que “no comer”, no se come. Y con esto no estoy diciendo que enfermedades tan serias como la anorexia o la bulimia existan como consecuencia de imágenes como estas, sino que, en según qué casos, pueden verse respaldadas por ello. 




Si no, parémonos a ver imágenes de Victoria’s Secret por ejemplo, en las que se deforman, de manera exagerada, partes del cuerpo. Cinturas NO proporcionales a caderas y hombros, piernas separadas de manera imposible... Errores garrafales que pueden comportar ciertos problemas. Problemas para un público que no lo percibe y se lo cree y problemas para su imagen de cara a un público que ve el horroroso trabajo que hay en esas imágenes. Lo difícil de creer es que marcas como Victoria’s Secret, con la reputación que tiene, se permita tener a alguien que retoque de esa manera. Que no aplique la lógica visual e incluso no sea capaz de ver que le ha borrado un brazo a una de sus modelos, Marisa Miller. 











Durante su existencia, el Photoshop ha ayudado a conseguir trabajos excepcionales. Sin embargo, hoy en día se está haciendo un mal uso en muchos casos, obteniendo imágenes horrorosas sin sentido alguno. Algunos países ya han empezado a prohibir el programa por las consecuencias que tiene. Si no queremos que nos pase lo mismo en nuestro país tenemos dos opciones; la moderación en su uso o el cambio de personal “profesional”. 

Núria Martí Casanova